Uno de los reclusos de mayor renombre en las Islas Marías, el centro penitenciario que pronto se convertirá en un destino turístico, fue el padre ‘Trampitas’, el sacerdote que de ser calificado como un “guerrillero anticlerical” se convirtió en el guía y amigo de asesinos seriales, ladrones, violadores y demás personajes que purgaban condena entre tiburones, sal, palmeras y un sol abrasador.
Juan Manuel Martínez, nombre de pila de ‘Trampitas’, fue un recluso más que se tuvo que atener a las reglas de los guardias de la prisión durante los 25 años que brindó servicio clerical en el lugar: comía lo mismo que los presos, su cuarto era, en realidad, una celda, no tenía sueldo y, si quería salir, tenía que pedir un permiso especial, el cual le fue negado en más de una ocasión.
La vocación del sacerdote de dar servicio espiritual -ese que es necesario cuando la vida se torna compleja, difícil – pudo más que su sentido de pertenencia terrenal, mundana, y en entrevistas que le realizaban, como la del periodista Carlos Villa Roiz, no dudaba en calificar a sus protegidos como “un poco ladroncitos, matoncitos, pero, también, hijos de Dios”.
Resulta contrastante que el hijo del Siglo XX (nació en 1900, en Aguascalientes) y de Juan Martínez y Simona Macías, hermano de María Guadalupe y Petrita, se convirtiera en uno de los sacerdotes más importantes de la historia del México contemporáneo tras haber intentado dinamitar la catedral del estado donde nació en 1930, no sin antes, durante su juventud, haber apedreado a varios curas y un obispo a los cuales odiaba, según él mismo declaró en una entrevista.
El sacerdote narraba, cada que tenía oportunidad, que su madre había sido la culpable de su reconversión y que tuvo que estudiar el seminario y ordenarse en Texas, con los jesuitas, debido a que en México tenía fama de “guerrillero anticlerical”. Su primer acercamiento con una prisión fue en Leavenworth, Estados Unidos, en donde atendía el área de los tramps (vagabundos): de allí su apodo.
Preso voluntario
El padre ‘Trampitas’ llegó a las Islas Marías en 1948 para llevar a cabo “el arte de la escucha” que aprendió en el seminario jesuita en el que se formó y el cual lo llevó, a decir de su congregación, al éxito en su misión, en la cual convirtió al catolicismo a los más despiadados criminales, como su amigo ‘El Sapo’, quien se mofaba de haber asesinado a más de cien personas.
En la conferencia ‘Los jesuitas, el arte de la escucha en las Islas Marías’, que se brindó en la Universidad Iberoamericana el 18 de octubre de 2018, el padre José Luis Sierra recordaba que en 1943 el Gobierno mexicano consideró necesario el acompañamiento religioso de los reos en el centro penitenciario, por lo que en más de 75 años “pasaron la misma cantidad de jesuitas por las islas”, quienes realizaron diversas labores, ninguno, por supuesto, tan persistente como el sacerdote Manuel Martínez.
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La anécdota: Cuando el Papa Juan Pablo II visitó por primera vez México en 1979, el padre se animó con la idea de poder verlo, por lo que solicitó un permiso a la Secretaría de Gobernación para salir de su encierro y poder viajar al centro del país… La anuencia nunca llegó.
En la entrevista que le dio al periodista Villa Roiz, de la cual queda testimonio en el portal Desde la Fe, ‘Trampitas’ narraba lo triste que fue para él quedarse en la Isla en esos días, pero celebraba que, a cambio, el director del penal le concedió que todos los presos pudieran seguir la visita del sumo Pontífice por televisión.
“Los presos lloraban, aplaudían y hasta se arrodillaban cuando el Papa iba a dar la bendición”, contaba emocionado.
Amigo de tipos rudos, de esos de ‘a devis’
‘Trampitas’ platicaba, quizá matizando la situación, quizá exagerándola, que cuando conoció al temible ‘Sapo’, quien en su haber tenía más de 120 asesinatos, le preguntó en varias ocasiones, como a la mayoría, si se quería confesar, a lo que la repuesta era clara y contundente: “no”.
‘El Sapo’ cobró notoriedad en el México postrevolucionario cuando, siendo soldado, terminó con una manifestación de sinarquistas en 1946 en León, Guanajuato, vaciando su metralleta contra ellos.
Ante la insistencia, el delincuente, aceptó “a las mil” afirmando que no lo había hecho antes por vergüenza, pues sus pecados “eran todos los del mundo” … El sacerdote, contaba, que se ofreció a realizar la penitencia por él, siempre y cuando asistiera a las misas dominicales que ofrecía en la improvisada capilla del centro penitenciario, acuerdo que se cumplió cabalmente y que detonó una amistad que duró hasta que el criminal fue asesinado a machetazos por otros reclusos.
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Es celebre la anécdota, también, de cuando el cura conoció a Pancho Valentino, el exboxeador que en los años 50 fue enviado a las Islas por haber asesinado a un sacerdote para despojarlo de las limosnas en el entonces Distrito Federal.
“Yo soy Pancho Valentino, el matacuras, eh”, le espetó en su cara cuando se encontraron por primera vez, a lo que el sacerdote sólo atinó a contestar: “Pues yo soy el Padre Trampas, el que mata a los matacuras y no te me enchueques por que te lleva la chin…”.
El Padre ‘Trampitas’ falleció a los 87 años en un hospital de Guadalajara, a donde había sido trasladado para que fuera atendido de la enfermedad que sufría. Al morir, su último deseo fue concedido y aún se puede observar en las Islas Marías su tumba, junto a la de su amigo “El Sapo”, cuya historia ya contamos en este medio.
Las Islas Marías están localizadas en el Océano Pacífico, a 82 kilómetros al poniente de las costas de Nayarit. Cuando fueron descubiertas, durante la conquista, fueron bautizadas como María Madre, María Magdalena, María Cleofas y San Juan Evangelista, sin embargo, en 1880, Porfirio Díaz las nombró Colonia Penal Federal Islas Marías.
FF