El 24 de septiembre de 1988, el mundo iba a ser testigo de la pulverización del récord mundial de los 100 metros planos de una manera que nunca se había visto. Ben Johnson, protagonista de la hazaña, detuvo el cronómetro en 9.79 segundos al momento de cruzar la línea de meta logrando su objetivo: destronar a Carl Lewis. La alegría y la admiración del planeta por la asombrosa hazaña duró apenas un parpadeo.
El musculoso atleta canadiense no tuvo adversario que le inquietara a lo largo de aquellos Juegos Olímpicos de Seúl 88, incluida la final, la más comentada de la historia. Fue apabullante la forma en la que Johnson voló durante 100 metros apenas mostrando esfuerzo en su expresión.
Las prácticas deshonestas llevadas a cabo con los atletas de Europa del Este bajo la conocida “Cortina de Hierro” eran más que conocidas, aunque no corroboradas hasta años después. Eso era impensado en occidente, pero también fue hecho para no quedar atrás.
Lo que vendría a propiciar aquel lapso menor a 10 segundos fue una marejada de sensaciones que involucraron a diversos actores que tuvieron en Ben Johnson a la figura con la que caía una era y se iniciaba la verdadera persecución de los casos de dopaje.
Carrera inolvidable
El sol radiante del mediodía sobre el Olímpico de Seúl vislumbraba un día inolvidable para el olimpismo. Y así ocurrió. Carl Lewis, el Hijo del Viento y el más querido competidor sobre el tartán, estaba a las puertas de otro capítulo dorado de su carrera, aunque en el rabillo de su ojo derecho estaba Ben Johnson.
El corredor de 26 años que en 1984 se había adjudicado la presea de bronce, nuevamente arribó a la final, aunque más imponente que nunca.
El episodio más épico de su batalla personal llegó el 24 de septiembre de 1988. Final de los 100 metros planos. El mundo observando. El escenario en el que se declararía al verdadero rey de la velocidad.
Entre Raymond Stewart en el segundo carril y Lindford Christie en el cuatro, se instalo Lewis, el competidor amigable, sonriente, amado por la grada en el estadio que pisara, y el favorito para que su brillante carrera fuera coronada.
Tres carriles a su derecha, entre Calvin Smith (4) y Desai Williams (7), serio y con rasgo hostil estaba Ben Johnson. Antagonista de Lewis. Sin expresión amigable, hosco y listo para superar al rey de la competencia sabedor de que la mayoría en el estadio no estaba con él.
Sin demora en el tiempo, sin salidas en falso, se marcó la salida. Eran ellos: Lewis y Johnson. El bueno contra el malo. El monarca y el retador. El físico liviano y el cuerpo imponente. Hasta en eso había que ser distinto.
No pasó siquiera un metro de la carrera y Johnson ya tenía algunos centímetros por delante de ventaja. Conforme fue avanzando, la diferencia se amplió. Pasaron 50 metros, 70, y en los últimos 10, un vistazo a la derecha.
Asegurarse de que Carl Lewis estaba bien atrás, entonces sí, cruzar la meta con plena satisfacción, pues el mismo Johnson confesó que vencer al Hijo del Viento era su objetivo, el récord, el plus.
Se registró en las pantallas 9.79 segundos, es decir, cuatro centésimas menos que el récord mundial anterior. El mundo inmutado, a los pies del villano, pero no por mucho tiempo. Tan solo 48 horas después, caería la condena de su vida.
El descubridor de la trampa
Alexandre de Merode, presidente de la Comisión Médica del Comité Olímpico Internacional en aquellos años, dio la noticia que hundió para siempre a Johnson. “Ben Johnson ingirió un esteroide anabolizante que está expresamente prohibido en la lista. El esteroide se llama stanosolol”, con esas palabras sus registros quedaban borrados y la medalla de oro trasladada a Carl Lewis.
Después de ser vitoreado en el estadio, Johnson abandonó Corea de Sur en el anonimato total. Apenas y se supo por algunos que tomó un avión rumbo a occidente. Quizá esperaba que la noticia se diera cuando estuviera en su país, pues el mismo de Merode indicó que el mismo día de la competencia por la noche, ya se tenía conocimiento de la trampa, solo aguardaron para confirmar la segunda prueba.
Para algunos fue la confirmación de una sospecha, por ejemplo, para Carl Lewis, quien vio en esa confirmación de dopaje un alivio para seguir como el rey de las pistas. “No me sorprende, me lo imaginaba, lo que corrió ese mediodía y cómo lo hizo no es de un humano”. También para Johnson, que pudo ser un alivio esa mala noticia de la que sabía en el fondo fue una victoria que no merecía, pero que evitó en la prueba maestra ver a su gran rival cruzar primero y en lo alto del podio.
Estanosol, la sustancia
El esteroide que delató a Johnson es una hormona andrógena que se asemeja a la testosterona. Desde Montreal 76, quedó prohibida. Esta sustancia ayuda al aumento de masa muscular, disminuye la cantidad de grasa y genera sensación eufórica, lo que hace a los atletas más duros en la competencia.
Final vergonzoso
Ben Johnson fue suspendido y volvió a las competencias en 1991, sin embargo, en 1993 fue suspendido de por vida por reincidencia en el uso de sustancias prohibidas. Hasta la fecha, aún indica que la final de los 100 metros es la mejor carrera de las historia.
FRASES
“La manera en que corrió (Ben Johnson) no es de un ser humano”: Carl Lewis,
“Lo vi antes de irse, cansado y depresivo. Fue una víctima de sí mismo. Lo lamento por Ben y por Canadá”: Marcel de La Sablioniere, vicepresidente del Comité Olímpico Canadiense
CARRERA CON DESHONESTOS
COMPETIDOR CARRIL
Robson Da Silva 1
Raymond Stewart 2
Lindford Christie 4
Ben Johnson 6
Desai Williams 7
Dennis Mitchell 8
*Todos fueron encontrados culpables por uso de sustancias prohibidas en diversos años.
LEG