En el corazón de la colonia Roma, la Avenida Álvaro Obregón, con su estilo parisino, sus frondosos árboles y sus restaurantes de lujo, es uno de los paseos y corredores culturales más icónicos de la Ciudad de México… que poco a poco ha quedado en ruinas.

Mientras los restaurantes, cafés, galerías de arte y centros culturales florecen en sus bordes, en el centro del camellón, las fuentes y estatuas de bronce claman por su restauración y mantenimiento.

Una de ellas, la fuente de Mercurio y Argos, una réplica de la obra del siglo XIX de Felipe Sojo, que alberga el Museo Nacional de San Carlos, ha perdido incluso parte de su base.

Y así como ésa, otras 12 esculturas y fuentes de cantera, colocadas en 1976, requieren mayor o menor mantenimiento. Y es que en algunos lugares hasta el piso de adoquines debe ser restaurado.

La doble hilera de árboles que flanquea el camellón tiene bajo su sombra réplicas de la Venus de Medici y la de Milo, de Baco, del Discóbolo y del Pescador Arrojando las Redes, de autores que van desde Miguel Ángel hasta Gabriel Guerra, y cuyos originales están en museos como San Carlos, pero también en el Louvre, en París, y en el Museo Nacional de Nápoles.

Irónicamente, las personas de mayor poder adquisitivo comen en los restaurantes de la avenida, mientras que en el camellón, al lado de las fuentes y estatuas, quienes se sientan en las bancas son oficinistas, repartidores y obreros que van con su lunch o compran algún taco o torta en los puestos callejeros.

Contrastes de una de las avenidas más hermosas de la CDMX.

LEG