FOTO: AFP Desde diciembre, el 53% de la población recibió las dos dosis de la vacuna Pfizer.  

Jerusalén, domingo a las 09:00 hrs. En el cruce de las calles Jaffa y King Georges, varios pasajeros salen de los autocares y del tranvía y se quitan la mascarilla al poner un pie en la calle. Dentro de los transportes es obligatorio su uso, pero fuera, al aire libre, ya no.

Eliana Gamulka, rubia y de ojos azules, se apea del autobús y se ata su mascarilla amarilla a la muñeca derecha. Un gesto simple pero que desde hacía un año era ilegal.

“En el bus llevaba la mascarilla, la mayoría de la gente la llevaba puesta, y luego me la he quitado […] Estoy aliviada, podemos volver a vivir“, comenta Eliana, gestora de proyectos de 26 años, feliz porque la medida ha entrado en vigor dos semanas antes de su boda. “¡Podremos celebrarla todos sin mascarilla y las fotos serán bonitas!”.

La parte mala, bromea Eliana, es que “ya no se puede fingir que no se conoce a alguien por la calle”.

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Temores 

Otros pasajeros, en cambio, prefieren dejarse la mascarilla puesta al salir del bus, o se la dejan a la altura de la barbilla para poder ponérsela rápidamente al entrar en alguna tienda. Ester Malka, “acostumbrada” a llevar mascarilla, prefiere esperar antes de quitársela en plena calle.

Todavía tengo miedo […] Veremos qué pasa cuando todo el mundo se haya quitado la mascarilla. Si veo que todo va bien dentro de un mes o dos, entonces me la quitaré”, explica la oficinista.

El país pudo dar este paso, el jueves por la noche, gracias a una intensa campaña de vacunación, facilitada por un acuerdo firmado entre en el Estado y el gigante farmacéutico Pfizer.

A cambio de un acceso rápido a millones de dosis de la vacuna, Israel aportó a Pfizer datos reales sobre el efecto de la vacunación. En Israel, los datos médicos de la población están digitalizados.

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“Publicidad para Pfizer”

Desde diciembre, casi cinco millones de israelíes (el 53% de la población) recibió las dos dosis de la vacuna, es decir, el 80% de la población mayor de 20 años, según los datos oficiales del país, en el que se reportaron unos 836.000 casos de covid-19 y más de 6.300 decesos.

En enero, Israel registró un pico de 10.000 casos diarios a pesar de la campaña de vacunación, pues los efectos del inmunizante no se empiezan a sentir hasta que no pasan unas semanas desde la inyección. Desde ese momento, la curva empezó a doblegarse, por lo que las autoridades permitieron la reapertura de bares, restaurantes y cafeterías a principios de marzo.

En los últimos días, el país solo ha registrado unos 200 casos diarios.

“No hay mejor publicidad para Pfizer“, afirma, bromeando, Shalom Yatzkan, un informático de unos 40 años, que se contagió de covid-19.

“Estuve enfermo durante tres días, me dolía el cuello, me sentía débil […] pero esto es una victoria”, afirma, contento, y esperanzado en que “las variantes no nos acaben alcanzando”.

kaat