Si el Bosque de Chapultepec es el pulmón de la Ciudad de México, entonces la Central de Abasto (Ceda) es el estómago, donde mercados, restaurantes y recauderías se abastecen a diario de productos frescos llegados desde distintas partes de la República.
En ella todo el tiempo hay hombres descargando toneladas de alimentos… y también mujeres, porque no hay trabajo en la Tierra que una mujer no pueda desempeñar a la par de un hombre.
En este lugar las féminas administran, descargan, ofrecen, procesan y ordenan con la experiencia de quienes son el sustento de sus hogares, de quienes son las jefas de familia.
Aquí, al oriente de la CDMX, muchas de ellas trabajan jornadas de más de 10 horas en labores que antes eran consideradas para hombres, supuestamente por cuestiones de fuerza.
Pero si de fuerza se trata, en la Ceda hay mujeres fuertes, que mantienen con mano firme el mando de los negocios familiares.
En este fotorreportaje, narramos pequeñas historias de seis mujeres, seis reinas de la Central de Abasto.
Lupita Rojas, 47 años
Es bióloga de profesión y comerciante de elotes en la Central de Abastos.
El negocio siempre ha sido familiar, sus abuelos, padres y ahora ella administra y trabaja el local. Asegura que ve más mujeres en la CEDA abriéndose camino, “antes las mujeres no buscaban la mercancía con los productores y ahora lo hacen y es más normalizado” cuenta Lupita.
Yadira Coronel, 30 años
Vendedora de lechugas y hierbas en la central de abastos, desde hace 12 años labora en la central; su familia es comerciante y por ello adoptó el oficio.
“Me he sentido con miedo y acosada, la mayoría son hombres trabajando aquí y siempre quieren tener la razón, pero afortunadamente somos ya más mujeres trabajadoras en el mercado”, comenta Yadira.
María del Pilar Ávila, 36 años
Desde hace dos trabaja ayudando a su papá a vender flores en el mercado más grande de Latinoamérica. Llegó al comercio luego de que su mamá falleciera. Tiene dos hijos y ocasionalmente los lleva a la central. “Sí ellos no quieren dedicarse al comercio está bien, yo los apoyo en lo que ellos decidan”, asegura María.
Yesenia Medina, 41 años
Vendedora de hongos, trabaja desde hace 12 años en la central. El negocio es familiar, y aunque asegura que el comercio es un trabajo muy bien remunerado también es muy sacrificado. “Tenemos que llegar a las 10 de la noche para abrir el puesto, recibir la mercancía y atender a los clientes hasta las 16:00 horas del día siguiente”, asevera Yesenia.
Estela, 37 años
Ella limpia nopales, llegó hace 10 años a trabajar y aunque tiene familia que comercia en el área de hierbas no logró trabajar con ellos porque eran sólo hombres los aceptados en ese espacio, sin embargo, su negocio emplea a otros hombres. Tiene dos hijos, uno de 17 y otro de 15 quienes también trabajan en la central.
“Me tuve que venir a la venta de nopales porque en las hierbas el trabajo es más pesado y aunque yo también puedo cargar no es la misma fuerza que un hombre, por eso tuve que venirme aquí”, platica Estela.
Bertha Domínguez, 42 años
Vende fruta y desde los 10 años conoció el negocio, ya que sus abuelos y padres lo trabajaban.
“En la Merced aprendí a pesar y conocer las frutas, y aunque espero que mis hijos en un futuro se hagan cargo del negocio, acepto sus ideas y lo que ellos quieran hacer”, explica Bertha.
LEG