“Río Magdalena. Cuídalo. Aquí empieza el mar”, reza una placa junto a un cauce seco a la altura de la Capilla de San Antonio de Padua, en Coyoacán.
El río, el último considerado “vivo” en la capital, también sufre de la peor sequía por la que ha atravesado la ciudad en los últimos 30 años, según la jefa de Gobierno, Claudia Sheinbaum.
Sin embargo, aunque la placa afirma que es aquí donde empieza el mar, esto no es totalmente cierto, empieza arriba, en lo alto de la alcaldía Magdalena Contreras, donde el agua todavía corre y el sólo verla quita la sed.
Si uno recorre el cauce, pasará por los Viveros de Coyoacán, donde permanece abierto pero sin flujo de agua en estos tiempos de escasez.
Luego se camina sobre el asfalto, pues el río está entubado sobre la Av. Río Magdalena, atravesando Revolución e Insurgentes, hasta llegar a la presa Anzaldo, donde también el cauce luce seco o con restos de agua empantanada y con basura.
La cosa cambia al llegar al Parque Nacional Los Dinamos, donde el Sol brilla, el paisaje es verde, las cabras pastan y los niños juegan en el agua cristalina de un verdadero río.
Sin embargo, esta breve ilusión pronto se pierde cuando el cauce es interrumpido por dos plantas potabilizadoras, la Río Magdalena y la Magdalena Contreras, del Sistema de Aguas de la Ciudad de México.
En tiempos normales, el flujo que se aprovecha del agua en estas plantas (200 litros por segundo, según el Instituto Nacional de Ecología y Cambio Climático) es la quinta parte del líquido que transporta el río.
Pero en tiempos de sequía, el agua que vuelve a fluir por el caudal tras pasar por las plantas es mínimo; en cambio, el líquido recolectado se aprovecha en las colonias aledañas al parque nacional.
La sequía es real, y el caudal seco, muerto, del último río “vivo” de la CDMX es una muestra de ello.
LEG