No, compañeras, compañeros. La 4T no es un movimiento homogéneo. Como vanguardia de la instauración democrática, es una suma de fuerzas diversas, una gran marcha hacia la libertad con justicia y prosperidad que suma a todo lo mejor de México; a fuerzas, tribus, de signo muy diferente que comparten, sin embargo, un credo: la patria es primero. Sí: la cuarta, que, como podemos comprobar día tras día, va, contiene una tremenda riqueza en términos de corrientes ideológicas.
¿Qué corrientes? Para empezar, la asentada en la cúpula del movimiento: la paleopriista. Con el licenciado Bartlett como su figura más visible, entiende al priismo setentero —el de los founding fathers, el de Echeverría y López-Portillo—, como Al-Qaeda entiende al Corán: con una lectura literal, sin interpretaciones, en tanto fuente de toda sabiduría, de toda ética. A sus integrantes les encantan las paraestatales, y sostienen que el enriquecimiento a partir del servicio público es legítimo, como pago a los funcionarios por su trabajo por el pueblo.
Cercano al paleopriismo está el chavismo-quincenismo o facción castro-presupuestal, de la que he hablado antes. Representada por el alicaído tándem Ackerman-Irma Eréndira, convertido en una célula durmiente por andar grillando contra Macedonio, parte de la premisa de que la acumulación de riqueza es deseable, preferentemente como propiedades, siempre que la fuente de tus ingresos sea el Estado, lo mismo en la forma de programas en la TV pública, que en cargos en secretarías, que en universidades no privadas. Los rumores de que el escudo de esta facción es un puño izquierdo alzado con un Cartier no tienen fundamento. Hay discusiones sobre si pertenece a esta facción Fernández Noroña, sin propiedades conocidas pero aficionado a las salas VIP. En realidad, el tribuno pertenece al cristianismo norcoreano: puede hacerse diputado por el PES, pero ama al PT.
En el otro extremo del espectro está el chairo-itamismo, cuyo representante más conspicuo es Mario Delgado, pero con algunos militantes en el Gobierno de la CDMX. De naturaleza ecléctica, te permite hacer llamados a la democracia al tiempo que te haces selfies con Macedonio, o posponer el proyecto de que la bandera LGBT ondee en el Zócalo mientras sonríes cada que entra una nueva secta cristiana, antiabortista y homofóbica al movimiento.
“Pero, ¿y el Presidente a qué corriente pertenece?”, se preguntarán. A ninguna. El Presidente, padre de cada una de las tribus, contiene en sí a todas las corrientes.
@juliopatan09