¿Puede un dictamen de la 4T sobre lo ocurrido en la Línea 12 del Metro de la Ciudad de México dar tantas piruetas que intente dejar a salvo a los dos favoritos del presidente Andrés Manuel López Obrador?
La respuesta es obvia y es: ¡por supuesto que sí!
Y podrá ser así por dos razones fundamentales. La primera es que su clientela política compra cualquier cosa, lo que sea que venga del Presidente. Y la segunda es que, si la realidad no coincide con la visión, las políticas y las acciones de la 4T, pues es problema de la realidad.
Vivimos en el mundo de los otros datos. Los de la pandemia, donde juran que han hecho un gran trabajo, pero han muerto cientos de miles de personas como en pocas partes del mundo. Los otros datos económicos, donde la peor recesión en cien años es pintada como el éxito de una recuperación consumada.
En ese mundo de los otros datos no es difícil que haya un intento de controlar los daños que solo apuntan hacia el interior de este Gobierno. Porque si en el ámbito federal ya se agota ese recurso de culpar de todos los males a los de antes, en la Ciudad de México es prácticamente imposible cuando llevan casi 25 años en el poder.
Pero ante un público fiel, que además debe salir a votar en menos de un mes, urge ese mensaje que tiene que dar el propio Presidente, con la producción distintiva de la casa, para que al menos a los más crédulos les regrese la fe en la transformación.
El margen es reducido, porque la disyuntiva lógica apunta a sacrificar a alguno de los dos delfines: el que se atrevió a construir una línea del Metro, el único en un cuarto de siglo de Gobiernos de “izquierda”. O a la que desatendió a los ciudadanos que advertían la falta de mantenimiento en el lugar del accidente.
No podrán, pues, ser los Gobiernos neoliberales, que son los sospechosos de costumbre, pero ahí están los empresarios.
Si se opta por encontrar culpables en la etapa de construcción, serán los desalmados empresarios que engañaron a las autoridades y usaron materiales de mala calidad. Y si va la justificación más por el mantenimiento, serán los que cobraron millones y no hicieron bien su trabajo.
Y ya encarrerados en el encendido de la leña verde para quemar a esos chivos expiatorios, podría venir la confirmación de la estrategia de este Gobierno de mejor confiar a los militares las construcciones más importantes, para que no haya corrupción.
Hay un grupo numeroso de feligreses que siempre estarán dispuestos a creer lo que sea, pero necesitan que esa homilía llegue ya, cuanto antes, para la expiación de culpas.
La popularidad ha bajado drásticamente tras el desplome del Metro y con las elecciones tan cercanas les urge un cambio en el discurso en ese tema específico y no estamos lejos del arranque de la temporada de los chivos expiatorios que traten de dejar libres de culpa a los dos alfiles presidenciales en cuestión.
@campossuarez