Mucho se ha hablado sobre la utilidad de que el Estado apoye al cine. Al fin y al cabo, son millones de pesos invertidos anualmente con retornos de inversión que a primera vista pueden ser difíciles de cuantificar. Y no me refiero sólo a México; todos los países productores de cine, fuera de Hollywood, invierten fondos en la cultura, y en específico en el cine, que es una actividad sumamente costosa.
Se han visto múltiples comentarios en redes, entre los que habrá seguramente algunos bots, cuando se anuncian recortes a apoyos o desapariciones de fondos, que aplauden que ya no se dé dinero al cine mexicano porque: “es malísimo”, “¿para gastar en películas de Omar Chaparro? Qué bueno que les quiten dinero”, “sólo saben hablar de historias de whitexicans”, “son puras películas llenas de groserías”, etc.
Pero la realidad es que el cine mexicano es de las disciplinas que más ponen en alto el nombre de nuestro país en el mundo, el soft power de una película como “Y tu mamá también” o “Amores Perros”, por hablar de ejemplos que la mayoría conoce. Y ni hablemos del cine mexicano de la época de oro, que marcó generaciones completas en Latinoamérica, España e incluso remotos países de Europa del este. “Los olvidados” o “Rojo amanecer” son cintas grabadas en nuestro inconsciente colectivo. Incluso películas mucho más pequeñas de presupuesto como “Batallas en el desierto” o “Después de Lucía”, por su enorme trayectoria en festivales, se vuelven referentes en muchos ámbitos culturales.
Pero a muchos en nuestro país les parecerían poco relevantes, “muchas groserías”, “siempre salen los mismos actores”, “son demasiado elitistas” dicen algunos. Siempre será fácil decir: “esa película no me gustó”, y se vale, desde el punto de vista del espectador somos jueces absolutos de nuestro gusto, pero a nivel industria, el alcance e importancia del contenido va mucho más allá de nuestra opinión y gusto personal.
El cine es arte, pero también negocio, sería imposible que no lo fuera al ser una disciplina tan costosa. Pero sin duda requiere tomar riesgos y, efectivamente, las cosas muchas veces fallan. Por una película buena se hacen 10 malas o incluso más. Pero, eso no es exclusivo de la cinematografía mexicana, incluso diría que nuestro porcentaje de éxitos es bastante más alto del promedio.
Pero ¿por qué no podría simplemente la iniciativa privada hacer cine? ¿Para qué necesitamos que el Estado se meta y “gaste” en eso? Porque 1. Como industria compite de manera desleal contra Hollywood, por eso todos los países con producción cinematográfica la apoyan, y 2. Porque es la manera en la que exista, aunque sea un número reducido, de películas que no dependan de los caprichos del mercado, donde los autores puedan hablar libremente de esos temas de los que nadie más habla, donde los micropúblicos se vean reflejados de manera íntima y nuestras más profundas reflexiones tengan una voz y un lienzo donde plasmarse.
@pabloaura