El Presidente de la República hace alarde de trabajar 16 horas al día, sin importar si es fin de semana o día festivo. Son nuevos tiempos, pero no por nuevos son buenos. Si tuviera un horario normal, pero dedicara ese lapso a gobernar sería lo ideal, porque López Obrador no ha dejado de estar en campaña desde hace más de 18 años. Desde luego que tanta persistencia tiene sus frutos.
Nadie duda de que es popular, de que la gente lo quiere y que ha sabido arraigarse en la sociedad para obtener votos. Hay 24.5 millones de mexicanos beneficiados por los programas sociales, cuyos montos incrementa periódicamente, lo cual significa que tiene esa cantidad de votos asegurados. Aunque no todos los beneficiados tienen la edad de votar puede que las familias se contagien de esa gratitud y emitan un voto a favor de Morena.
Por supuesto que lo mismo hicieron en sexenios pasados otros partidos, pero no estaban acompañados de anuncios constantes.
Si a esto sumamos los que esperan incorporarse a los programas sociales, por lo menos una cuarta parte en espera de esos beneficios para dentro de unos años y que seguramente votarán por Morena, más quienes están convencidos de que la 4T es un proceso de transición, puede verse que el escenario electoral no es muy diferente al de 2018, a pesar de todos los esfuerzos de la oposición por ganar espacios.
El presidente López Obrador actúa como juez y parte, por un lado, se autodenomina demócrata y por otro, es un promotor del voto a favor de su partido; y denuncia y exhibe a la competencia electoral o ideológica con el pretexto de la réplica y de la defensa de la verdad. Lo cierto es que sabe rodear los temas sin incurrir en delito, dándole a las palabras un significado que sin pronunciar la gente entiende. Así sucedió en la conferencia matutina del martes 18, cuando habló de su partido, pero no lo nombró.
Nunca antes hemos visto el escenario político-electoral que ahora vivimos, un poder que crece día tras día y abarca más instancias de poder; y una oposición desesperada, que a veces llega a ser agresiva y salvaje, incluso otras veces ingenua, porque eso de acudir a la OEA a pedir ayuda a favor de la democracia no es asunto del organismo, un organismo golpista, conservador que no quiere problemas con líderes con mucha popularidad interior, de ahí que no haya habido declaración oficial de Luis Almagro, presidente del organismo ante quejas de panistas y priistas.
De hecho, podemos afirmar que las reacciones de los organismos internacionales respecto a México serán emitidas después de la jornada electoral. No quieren pelearse con el Presidente que para algunos es el mejor del mundo, según la agencia Morning Consult, empresa que asegura que el Presidente de México cuenta con, por lo menos, 60% de aceptación de los ciudadanos.
El triunfo en estas elecciones consolida un Gobierno que va a la mitad. Desde luego que cuando todo obedece a un proceso de arreglar la casa, todo está patas arriba, pero esto ahora es caótico y en seis años se espera que haya orden y transformación concreta. Mientras tanto, a menos de tres años de Gobierno, las elecciones del 6 de junio definirán más de una postura dentro y fuera del territorio mexicano. Incluso algunos empresarios podrían regresar con su capital o bien impulsar la fuga de capitales a otros países para provocar una inflación en consecuencia.
Lo cierto es que, a estas alturas, nadie puede parar un triunfo inminente, y los cambios deben decir hacia dónde se dirigen, porque no basta cambiar sin dirección.
PEGA Y CORRE. – Lo que faltaba en el norte del país, a 20 días de la elección, Ricardo Bours, candidato de Movimiento Ciudadano al Gobierno de Sonora, anunció que dará su apoyo al priista Ernesto Gándara, quien también representa a los partidos PAN y PRD… Esta columna se publica los lunes, miércoles y viernes.
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