Plácido Morales Vázquez
Profesor de la Facultad de Derecho de la UNAM.
Los mexicanos o quizá otros, acuñan adjetivos que se convierten en sustantivos para calificar a personas o personajes, así decimos “naco” con manifiesta intención racista, antes se decía “roto” también con evidente resentimiento social para referirse al rico, después el lenguaje político llamó “burgués” al capitalista o “pequeño burgués” a quien sin capital es de mentalidad burguesa, el presidente Andrés Manuel López Obrador en conferencias, entrevistas y discursos en plazas públicas, incluyó en el lenguaje metáforas y calificativos que permearon el lenguaje coloquial y colectivo. Así dijo “el PRI y el PAN son como la Coca y la Pepsi” y hoy lo sabemos: son gemelos de contenido. Otros adjetivos fueron en su tiempo “Chachalaca”, “el espurio” etc. Pero ninguna tan actual como “los Fifís” o “el Fifí”.
La palabra fifí, tan llevada y traída ahora, afirman la utilizaron algunos escritores para estigmatizar a los periodistas afines al Porfiriato, la Prensa Fifí le llamó algún otro periodista de la época que seguramente había leído el cuento de Guy de Maupassant titulado Madeimoselle Fifí, pero ¿quién es este personaje?, pues un noble francés: El marqués Wilhelm von Eyrik, quien durante la ocupación de Bélgica por su comportamiento fatuo, petulante y engreído se ganó el apodo en femenino de Madeimoselle Fifí, pues donde hablaba al decir “phil phil donc”, más se parecía a un silbido que se escuchaba fifí, fifí y así se ganó ese sobrenombre.
Algunos periodistas se dijeron agraviados al ser llamados “fifís”, aunque fue en género “prensa Fifí”… el Presidente explicó su razón y dijo así le llamaron a los periodistas que seguían justificando al Porfiriato, aunque Don Porfirio ya no estaba en el poder pues ya era el Presidente Madero, cuestionado de cabo a rabo por la mayoría de periodistas y caricaturistas.
En este tiempo, cuando se advierte el ejercicio de una absoluta libertad de comentar, criticar y atacar en los medios impresos, electrónicos y cibernéticos también se observa un encono que se convierte en ataque de algunos medios, la mayoría y por supuesto de comentaristas de ellos, unos más subidos de tono que otros. Algunos medios nacieron específicamente para eso, para hacer la crítica constante y muchas veces calumniosa del Gobierno federal.
En la relación entre el periodista y el político predomina una condición psíquica, a muchos comunicadores, en el trato personal se les advierte una reacción de resentimiento contra el hombre y la mujer del poder; cuando escucho comentarios contra el Gobierno o el Presidente, quien políticamente es el Gobierno, casi siempre son de una gran carga subjetiva, la crítica va a la inmediatez, no contra el fondo de las cuestiones de las políticas de Estado, cuando es así la comunicación se convierte en divulgación y ésta en propaganda.
De tantas resistencias que encuentra la llamada 4T. Una está en los medios de comunicación impresos y televisivos, finalmente empresas y como tal negocios, antes muy rentables; hoy en el ámbito federal todos los subsidios, pagos y el presupuesto se puede consultar en las páginas de internet y nadie ha dicho con certeza que se contrate publicidad oficial “pagada bajo de la mesa”.
Esta nueva relación entre medios de comunicación y Gobierno federal es la causa de una urgencia de cambio también en los comunicadores, más información y menos propaganda, más crítica y menos ataque al Gobierno y al Presidente, de lo contrario esta apertura a la libertad de expresión los rebasará. Ante la posibilidad de que cualquier persona puede decir lo que quiera desde un teléfono y muchos comienzan a ser muy leídos y creídos, los que se llaman influencers.
Los medios y sus comunicadores están obligados a cambiar, es regla de esta democracia que cotidianamente se construye con la confrontación, aunque algunos periodistas dicen que el Presidente promueve la confrontación. ¿Qué la política no es confrontación?, al menos así dijo Aristóteles: “La política es una disyunción, una confrontación”, aún en una dictadura se da la confrontación, aunque por otros medios distintos a la discusión, el debate y la confrontación de intereses o de pensamientos.