Desde la muerte de George Floyd hace exactamente un año, la policía es blanco de continuas críticas a través de todo Estados Unidos.
En Chelsea, una pequeña ciudad de 40 mil habitantes, predominantemente hispanos en los suburbios de Boston, la atmósfera pesa en los oficiales locales, que se sienten injustamente confundidos con quienes son acusados de racistas o violentos.
“Esa es una conversación que básicamente escuchas casi cada día”, dijo José Rodríguez, policía en Chelsea. “La moral está de capa caída de manera general en nuestra profesión”.
Algunos no lo soportan. En Nueva York, que tiene la mayor fuerza policial del país, unos 2 mil 600 empleados abandonaron el cuerpo el año pasado, contra solo mil 509 en 2019, sin tener en cuenta las jubilaciones, que también se dispararon.
“Conozco a algunos que se retiraron”, confirmó Rodríguez. En parte porque alcanzaron la edad para hacerlo, “pero también porque no querían lidiar más con las responsabilidades y permanecer en esta profesión, dados los recientes hechos y el foco negativo que existe sobre nosotros”.
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En cuanto al reclutamiento, “las estadísticas muestran (…) que es muy difícil conseguir que la gente sea policía actualmente”, dijo el sargento Joseph Bevere. “Y eso es una pena (…) Es una gran profesión porque puedes ayudar a la gente”.
Tras un año difícil “tenemos que restablecer esa confianza”, afirmó.
Al nuevo foco sobre la brutalidad policial y el racismo sistémico se suman las marcas del mandato del expresidente Donald Trump y su agresiva retórica sobre la inmigración ilegal en Chelsea, donde el 67% de la población es hispana.
“En la comunidad hispana veo muchas personas que tienen miedo de hablarnos”, sobre todo los indocumentados que temen la deportación, dijo Rodríguez.
La policía de Chelsea no colabora con la policía migratoria (ICE), recordó. “A veces hay que hacer que la gente razone, tranquilizarlos”.
“En la misma canasta”
Los policías de Chelsea se jactan de haber instaurado una relación de cercanía con la población a fin de limitar las tensiones, dijo el sargento Bevere. “Tomamos medidas para asegurarnos de que lo que pasa en otros lugares del país no suceda aquí”.
En medio de los años ’90, el jefe de policía, Edward Flynn, comenzó a reclutar agentes de origen más diverso a raíz de la presión de activistas, un punto de ruptura con el pasado, explicó Gladys Vega, directora de la asociación local La Colaborativa.
Hoy Chelsea posee uno de los cuerpos policiales más diversos del estado de Massachusetts.
“Las personas deberían inspirarse de la relación que hemos construido con la policía (de Chelsea), porque funciona”, dijo Vega. “Estamos en comunicación permanente”.
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Para la activista, en Chelsea la mayoría de la gente siente que la policía “está al servicio de la gente, tengan o no papeles, y que las cosas no se hacen por la fuerza”.
Varios policías de Chelsea, incluido su jefe Brian Kyes, ven con buenos ojos la llegada de las mini cámaras que cargan ahora los oficiales en patrulla y en operaciones en el terreno, destinadas a reforzar la transparencia.
“Nos han puesto a todos un poco en la misma canasta” tras los hechos de 2020, lamentó el policía Paul McCarthy en referencia a la muerte de George Floyd, un hombre negro, a manos de un policía blanco, y de Breonna Taylor, también negra, a raíz de disparos de policías que entraron sorpresivamente a su casa mientras dormía.
“Hicimos mucho para ser aceptados por esta comunidad”, afirmó el agente. “Y es frustrante cuando vemos que se nos generaliza, asociándonos a una cosa que pasó al otro extremo del país”.