La autonomía del Banco de México parecería no ser un asunto importante, porque durante lo que va del siglo esa institución ha hecho todo lo necesario para que su trabajo sea efectivo y discreto.

Para recordar los problemas que malas políticas monetaria y cambiaria pueden jugar en la economía mexicana, habría que recordar los años noventa, cuando todavía las decisiones del destino de las tasas de interés y del nivel del tipo de cambio se tomaban desde la presidencia.

Tuvo que llegar una de las peores crisis financieras de la que tengamos memoria para dotar de autonomía al Banco de México y de reglas claras a un mercado cambiario que se pudiera regir por la libre oferta y demanda.

El banco central mexicano ha sido discreto y efectivo. No tiene que ser una caja de resonancia de la ideología presidencial ni tampoco una estridente contraparte.

México ya perdió a la Comisión Nacional de los Derechos Humanos. Hay que ver el lamentable papel que hoy juega esta institución, anexada a las decisiones presidenciales, y con total ausencia en temas tan fundamentales como la militarización de la seguridad y la vida civil y la negligencia de las autoridades de salud en el combate a la pandemia del Covid-19.

Es larga la lista de autoridades que gozaban de autonomía que hoy han caído rendidas ante el descomunal poder presidencial, empezando por el poder legislativo y está por verse la suerte del poder judicial.

¿Qué podría implicar que el Presidente designe a un economista que tome como base para manejar al Banco de México lo que López Obrador escribió en su libro “Hacia una Economía Moral”?

Implicaría, de entrada, que ese próximo gobernador del Banco de México tendría que renunciar a sus conocimientos y experiencia en el terreno de la economía y las finanzas para dar validez a los planteamientos presidenciales. Simplemente, la ciencia económica es incompatible con esa visión de la 4T.

Dentro del banco central habría una confrontación directa de ese sumiso gobernador con no pocos de los subgobernadores. De los tres designados por el propio presidente López Obrador, no me queda duda que uno de ellos sería inflexible en aceptar alguna aberración populista que ordenara el Presidente.

Pero hay otros dos que podrían activar ese chip de la 4T con el que llegaron a la Junta de Gobierno y con el voto de calidad de ese próximo gobernador empapado en la economía moral del Presidente, desempataría cualquier votación a favor de las causas del Gobierno.

Hay un riesgo de manejar el nivel de tasas de interés de una forma que se dispare la inflación en un afán de reactivar artificialmente la economía.

Pero el riesgo mayor de una junta de Gobierno zombi es que, junto con la Secretaría de Hacienda en la Comisión de Cambios, se hicieran cambios en la política cambiaria para favorecer de manera artificial un peso fuerte frente al dólar, como le gusta verlo al Presidente.

Falta todo el resto del año para saber quién será ese economista reputado y con visión de economía moral que habrá de nombrar el Presidente. Toda esta anticipación solo sirve para alimentar la incertidumbre sobre el futuro de esta institución tan importante para el país.

 

    @campossuarez