Se imaginan, dijo el presidente Andrés Manuel López Obrador, que yo fuera a Reino Unido a pedirle a los británicos que votaran por su amigo, el laborista, Jeremy Corbyn.
Quizá sería posible imaginar ese escenario, sobre todo después de que el primer y único viaje internacional de López Obrador como presidente de México fue a Estados Unidos en plena campaña de reelección de Donald Trump, en un claro respaldo al candidato.
El propio Donald Trump hizo su aportación electoral a su amigo “Juan Trump” cuando se dio aquella incomprensible visita del entonces candidato republicano al presidente Enrique Peña Nieto.
Pero el Gobierno de Joe Biden no haría algo similar a lo que hacen los populistas. Lo que sí va a dejar muy clara la administración demócrata de La Casa Blanca, es que le importa mucho el México postelectoral, tras las importantes elecciones intermedias de este domingo.
La querrán llamar visita de rutina, como la presencia del subdirector de la CIA la semana pasada, pero la presencia de la vicepresidenta de Estados Unidos, Kamala Harris, tan solo dos días después de la votación federal del 6 de junio no es ni de rutina y solo para asuntos migratorios.
No hace falta que The Economist le recomiende a Estados Unidos poner atención a las tentaciones antidemocráticas en su patio trasero. Sin estridencias, Biden tiene claro qué clase de vecino quiere en su extensa frontera sur.
Si realmente los electores entienden la importancia de las votaciones del domingo y se logra romper la habitual apatía ciudadana, puede ser que los resultados no gusten del todo al oficialismo y vendrán entonces presiones postelectorales importantes.
Podemos dar por descontado que los partidos políticos habrán de impugnar los resultados adversos. Los opositores al Presidente podrán utilizar la injerencia presidencial señalada por el INE y juzgada por el tribunal electoral. Y los afines al Presidente revivirán sus argumentos de parcialidad del árbitro. Hasta ahí, los usos y costumbres de la política electoral mexicana.
Mucho cuidado con ese intento de periodo extraordinario de Morena y sus aliados, porque seguro lo querrán usar para aniquilar al árbitro electoral. Eso es un riesgo latente.
Pero el problema real es que desde la tribuna de las mañaneras, el presidente López Obrador vuelva a olvidar el papel que le toca como Jefe de estado y encabece la descalificación del proceso electoral.
No es lo mismo un montaje chafa de Mario Delgado, que el uso de los recursos del Estado desde la máxima tribuna para enderezar un intento de descarrilamiento de los resultados electorales.
En ese contexto, en el día dos del México postelectoral de 2021, ahí estará Kamala Harris frente al presidente López Obrador y seguro que traerá un mensaje que vaya más allá de la relación migratoria.
Así, el Gobierno de Joe Biden no se metió en el proceso electoral mexicano, ni hará nunca que el Presidente mexicano le engorde su propia campaña, como lo hizo Trump. Pero queda claro que no hay coincidencia en que la selección de la fecha de visita de Harris a México, 48 horas después de las elecciones, es todo menos una coincidencia.
@campossuarez