Cuando los mercados entendieron que los resultados electorales del domingo pasado ponían un freno a las intenciones autoritarias de la 4T de meterle mano a la Constitución para concentrar el poder en un solo hombre, lo festejaron con resultados muy positivos en las operaciones financieras.

El hecho de que el Instituto Nacional Electoral haya llevado a cabo el actual proceso electoral hasta la fase de la votación con tal pulcritud y con ello haya imposibilitado las intensiones de desconocer los resultados desde la cúpula del poder, también fue motivo de alegría financiera y colectiva.

Haber tratado de desconocer los resultados es muy diferente al hecho de que muchos perdedores lleven a la autoridad electoral a tener que abrir un número importante de paquetes de votación que tendrán que ser contados nuevamente.

Más allá del insulto que esto implica para los ciudadanos que se encargaron de esa labor, es algo que está contemplado en las leyes y por lo tanto se mantiene en los cauces legales que gustan a los que creen en la democracia.

Sin duda, los que mejor entendieron el buen uso de las urnas fueron los ciudadanos. Más allá de las preferencias electorales, la posibilidad de la alternancia es una ventaja de la democracia y en esta pasada elección si algo quedó marcado fue precisamente la decisión ciudadana de dar oportunidad a otros de que lo intenten.

El número de gubernaturas que cambiaron de manos es la mejor muestra de ello, además de una gran lista de ayuntamientos. Hay estados donde los gobernadores actuales están muy bien calificados pero sus partidos políticos perdieron.

Hay otras entidades donde los ciudadanos, que no son dependientes de los programas asistencialistas de la 4T, pudieron castigar las evidentes malas gestiones, como en el caso de la Ciudad de México.

Sin embargo, hay algunos que no parecieron entender el mensaje que dieron los ciudadanos en las urnas.

Parecía que el presidente Andrés Manuel López Obrador hacía un inusual gesto democrático cuando decía que ahora buscaría negociar con el PRI, partido opositor que formó parte de una coalición opositora al partido presidencial, pero más que un legítimo acercamiento a buscar negociar con los contrarios pareció expresar que si él quiere, puede echarse a la bolsa a quien se le dé la gana.

Ha refrendado su papel de dirigente de facción durante todas las mañaneras postelectorales.

Ahí, en Palacio Nacional, el que habla no es un estadista, no es el Presidente de un país que debería intentar reconciliar a las partes que evidentemente salen raspadas en un proceso electoral. Lo que escuchamos, y seguiremos escuchando en las mañanas, es a un jefe de camarilla que insiste en la polarización y en dejar claro que él está en el puesto para unos cuantos.

Si López Obrador seguía en campaña el lunes 7 de junio, no hay posibilidad de que cambie su postura el resto del tiempo que le quede como Presidente (la Constitución dice un sexenio) y con ello se pierden las posibilidades de reparar todo el daño que la polarización generada desde Palacio ha generado en tres años.

 

@campossuarez