El juego del futurismo lo inició esta vez el propio Presidente de la República. Lo usa como distractor, como cortina de humo, como reconciliación con los intereses heridos por el resultado de las elecciones, o simplemente por diversión. López Obrador necesita que tengamos otro lugar hacia dónde voltear la mirada y ese espacio es el futuro político de México.
Medios de comunicación dentro y fuera del país han empezado a descartar candidatos, según su muy particular forma de ver la realidad, y así se ponen a desechar a personajes como Marcelo Ebrard, por el accidente de la Línea 12; también a Claudia Sheinbaum, por los resultados en las urnas en la Ciudad de México; a Monreal, por su falta de definición ideológica y su desapego con la 4T. Y así seguirá la lista.
Lo que a la gente se le olvida es la desmemoria de los mexicanos y esto podemos verlo con los resultados de la jornada electoral del 6 de junio cuando votaron por quienes así les dictó su corazón, a pesar de su pasado, a pesar de las sospechas o bien su pasado no les importó nada por oscura que fuera su trayectoria. Ejemplos hay muchos en Veracruz, Guerrero, Querétaro, Nuevo León, etc.
El pueblo pierde la memoria a la hora de elegir a sus representantes y es más fácil que se vaya por una simpatía efímera que por una trayectoria limpia. Es necesario advertir que una despensa o un tinaco siguen siendo anzuelos efectivos a la hora de emitir el voto.
Si al Presidente se le ocurre revivir a cualquiera de esos tres, los revive y los coloca en la candidatura hacia la Presidencia de la República y hasta puede hacerlos ganar. Ahora el Presidente puso en la mesa tres nombres más que para el sentido común ni se suman ni se descartan, sino todo lo contrario: Tatiana Clouthier, Juan Ramón de la Fuente y Esteban Moctezuma. Es decir, a la secretaria de Economía, al representante de México en la ONU, y al embajador de México en el vecino país del norte.
Aunque ni son todos los que están, ni están todos los que son.
Aquí el asunto es colocar en la línea de fuego a más personajes para que no se desgasten los verdaderos, que pueden ser los mismos que muchos dan por muertos. El asunto es jugar el juego del futurismo que se acostumbra por estas fechas, exactamente después de las elecciones intermedias.
El Presidente insiste en marcar agenda, y sabe que la política sólo es un juego de ajedrez o de beisbol si se coloca en los medios, y López Obrador injerta en el discurso oficial los temas que le convienen o simplemente con los que sabe jugar, ya sea porque quiere que la gente no piense en los verdaderos conflictos, o porque quiere que se concentren en un problema que todavía no existe.
Faltan tres años para la elección y puede que él mismo ya tenga el nombre del candidato rondando por su cabeza, pero sabe también que debe decir que el pueblo manda, aunque él haga siempre lo que se le pegue la gana.
PEGA Y CORRE.– Vienen las reformas fiscal, electoral, energética y de seguridad. Ahí debe votar el pueblo y decidir el rumbo del país… Esta columna se publica los lunes, miércoles y viernes.
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