La “ideología” del Presidente es un engrudo de todas esas voces que se permite escuchar y que agrupa en torno a él, no por su congruencia sino por el nivel de confianza que les tenga.
Eso ha provocado que el pensamiento de Andrés Manuel López Obrador sea una amalgama a veces incomprensible, llena de contradicciones, que dan forma a eso que llaman la 4T.
Cuando habla de temas económicos, el Presidente es capaz de dar instrucciones para fijar un precio controlado del gas LP y al mismo tiempo aumentar la importación de maíz para hacer tortillas, porque ambos precios han sufrido presiones inflacionarias.
Pero de un lado tiene a ese bloque decimonónico de Rocío Nahle y Manuel Bartlett hablándole al oído sobre las inexistentes bondades de regresar a las políticas energéticas del pasado. Y del otro lado tiene seguramente a Tatiana Clouthier explicándole cómo aumentar los cupos de importación de maíz y con eso combatir cualquier colusión de precios en el mercado de la tortilla.
El mismo Presidente que hace hasta lo imposible para regresar un control monopólico a Pemex y a la CFE, es el mismo que considera que es muy positivo que el Banco de México haya decidido elevar la tasa de interés en un cuarto de punto para controlar las presiones inflacionarias.
Esto es posible porque los asesores económicos a los que escucha le han explicado el daño social que puede provocar un repunte importante de la inflación.
Son los mismos que le han hecho repetir como mantra al Presidente que hay que mantener las finanzas públicas sanas. Aunque ello haya implicado dejar a millones de mexicanos en la indefensión ante la crisis económica derivada de la pandemia.
Así, el Presidente que respalda políticas del más rancio socialismo latinoamericano para controlar hasta la generación de ese producto industrial que es la electricidad, es el mismo que se deja ver extremadamente neoliberal y tecnócrata y que prefiere controlar la inflación, aunque se afecte el crecimiento y mantener las finanzas públicas sanas, antes que respaldar a la gente en plena crisis.
El Presidente está formado en la tradición estatista del viejo PRI, eso es lo que ha dado cabida a que escuche esas voces de viejos, muy viejos priistas como Manuel Bartlett. Pero al mismo tiempo ha dado paso a las voces de los técnicos que le advierten de los peligros del desorden financiero.
López Obrador no tiene ningún empacho en cambiar radicalmente de un día para otro su forma de ver determinados temas. Depende mucho de las voces a las que en ese momento les dé más confianza.
Se antoja difícil que pueda cambiar su visión del sector energético cuando uno de los funcionarios a los que más cuida es a Bartlett y a la secretaria de Energía la acaba de incluir, faltaba más, en la lista de las presidenciables.
Pero hay que ver qué es lo que le habrá de susurrar el nuevo secretario de Hacienda, Rogelio Ramírez de la O, al Presidente sobre la condición económica.
Es muy probable que sea un discurso sensato, quizá hasta un poco más moderado en sus alcances ortodoxos, pero eso lo iremos descubriendo poco a poco en las mañaneras.
@campossuarez