Mucha gente tiene la idea de que ser director de cine, actor o dedicarse a una profesión artística o técnica relacionada con el cine es algo lleno de glamour. Y cómo no, creo que es parte de lo que vendemos como industria.
Se los digo, en este momento desde el Festival de Cannes, en la Riviera Francesa. Un lugar sin ninguna clase de comparación con otro sitio en el mundo. Durante poco menos de dos semanas, se dan cita algunas de las propuestas más interesantes del cine mundial.
Dentro de un teatro tan legendario como los 74 años de vida del festival ocurre cada noche un acontecimiento que pienso que cualquier cineasta debería vivir una vez en la vida. Donde una inmensa alfombra roja te da la bienvenida cada noche en el Gran Teatro Lumiere. En un abarrotado recinto con miles de asistentes vestidos en estricta gala, se los digo porque a mí me mandaron de regreso la primera noche por no traer el esmoquin completo, los actores, directores y productores del film desfilan ante las miradas hipnotizadas del público, los medios y los otros asistentes a la función.
Por supuesto que uno, como asistente a la premiere entra primero, entonces para cuando los del equipo artístico de la película en cuestión entran, las butacas están completamente llenas y a su paso al hacer su entrada, encuentran un sonoro aplauso y una ovación inigualables. Al final de cada película la gente aplaude durante todos los créditos, con una ovación irrestricta y con entrega total.
Porque para llegar ahí, para que tu película esté esa noche mágica como una de las pocas y privilegiadas cintas de la selección oficial, pasaron años de trabajo, dudas, descalabros, negativas. Si para algo somos buenos los cineastas es para que nos digan que no, ya nos lo han dicho tantas veces que se nos hace hasta lo normal.
Más allá del talento, el estudio, la dedicación, el tiempo, el compromiso con algo que en un principio no es más que un sueño, y que toma años hacer que suceda, los rechazos, los proyectos que se caen antes de empezar, la dificultad de conseguir el financiamiento, conseguir el equipo correcto para que forme parte de tu proyecto, la filmación, el larguísimo proceso de edición y post producción. Procesos que pueden llevar años y en algunos casos hasta lustros, y que en su mayoría, son todo menos glamurosos.
Pero sí, si los astros se alinean en tu favor, creaste la historia correcta en el momento correcto, tienes al equipo necesario, la suerte te sonríe, el trabajo rinde frutos y tienes la fortuna de que tu película sea vista en el festival más prestigioso del mundo, y caminar por la alfombra roja más mágica, entonces habrá valido la pena.
Pero si no, si tu película no llega, tu trabajo no es reconocido, los medios del mundo no hablan sobre ti, ni sobre tus actores, y a pesar de haber hecho el enorme esfuerzo de hacer una película, no alcanzas la gloria, entonces recoges tus triques, te regresas a tu casa, te sientas a la mesa y te pones de nuevo, con la hoja en blanco a escribir, a preparar el siguiente, el siguiente y el siguiente. Porque no estamos aquí por eso, sino por amor, por pasión y porque literalmente, es nuestra vida.
@pabloaura