Ayer fue la primera vez que un cardenal se sentó ante el tribunal del Estado Ciudad del Vaticano… y no fue por pederastia. Angelo Becciu declaró en un juicio en el que ha sido acusado, junto a otras nueve personas, de delitos de corrupción en la gestión de las inversiones inmobiliarias y los fondos de la Santa Sede.
Era hasta el año pasado uno de los hombres más influyentes de la Curia y uno de los colaboradores más cercanos del papa Francisco. Se le considera responsable último de las operaciones, pues era sustituto para Asuntos Generales de la Secretaría de Estado de la Santa Sede.
En la primera sesión del juicio, el juez antimafia italiano Giuseppe Pignatone, presidente de la sala, accedió a la demanda de la defensa de tener más tiempo y aplazó la siguiente sesión al 5 de octubre.
El tribunal tendrá la tarea de determinar si la Santa Sede fue defraudada por un grupo de empresarios o si se trató más de un sistema de corrupción interna liderado por jerarcas de la Iglesia.
Los acusados se enfrentan a varios años de prisión por fraude, malversación de fondos, extorsión, blanqueo de dinero y abuso de poder en un escándalo que incluye complicidades con el espionaje, paraísos fiscales y que ha generado un agujero de millones de euros en las cuentas vaticanas.
El caso además representa un reto para el papa Francisco, ya que revela el descontrol en las finanzas vaticanas, por lo que tuvo que iniciar una reforma interna, y de hecho saca a la luz los privilegios oscuros de varias entidades del Vaticano.
Se revisará el uso imprudente de parte del dinero para los pobres que cada año donan las iglesias del mundo para las obras de caridad.
LEG