Desde la victoria siempre es fácil escribir: loas, la realidad dando la razón al entrenador, risas y sueños cumplidos.
Es desde la derrota donde se complica. ¿Cómo valorar el desempeño de la selección que nos ha representado en el torneo olímpico de futbol? ¿Qué calificación poner al director técnico, Jaime Lozano? ¿Cómo juzgar lo hecho por este grupo? Asumiendo la pequeñísima diferencia (y a la vez inmensa) que existe entre avanzar en penales y ser eliminado en penales, la valoración tiene que ser por demás positiva.
Duele. Muchísimo. Este equipo luchó al límite de sus energías e incluso más allá. Se plantó cara a un rival superior. Se supo sufrir. Se supo resistir. Se corrió y trabó hasta la extenuación. Y luego, en los penales, todo se desmoronó.
Resulta cómodo ahora cuestionar la salida de los mejores cobradores de penales, como hubiesen sido Córdova, Henry Martin, Alexis Vega. Sin embargo, sería simplista dado el intenso desarrollo del juego, con un calor abrazador, con una humedad cercana al cien por ciento, con un kilometraje que marca cinco partidos jugados en doce días.
Jimmy Lozano hizo cuanto pudo para contener a un Brasil que demostró tener más futbol, más plantel y hasta más fondo físico. En el proceso de contención no estaba como para calcular la posibilidad de los penales, sino para refrescar con urgencia a quienes corrían bajo un calor imposible.
Si a lo largo del torneo México se acostumbró a siempre disponer de ocasiones de gol y a menudo aprovecharlas (hablan claro los catorce goles anotados en cuatro cotejos), contra Brasil apenas logramos pisar el área rival. Fue al cierre del primer tiempo, cuando más emergencia había por irnos al descanso sin recibir gol, el momento en que nuestros delanteros tuvieron sus únicas oportunidades claras. Desafortunadamente, en una salvó el portero verdeamarela y en la otra el cruce de un defensor.
De ahí en más, el Tri no pudo más que jugar a aguantar y subsistir. Bajo esa condición sería absurdo criticar. Con gran mérito se estiró el duelo hasta los penales y ahí ya no se pudo.
Están los hubieras, claro. Si Memo Ochoa hubiera atajado el primer cobro, obra del veterano Dani Alves… porque estuvo muy cerca. Si Eduardo Aguirre hubiera pateado con mayor convicción y Johan Vásquez con mayor puntería. Si antes el Tri hubiera logrado anotar y evitar el tránsito al viacrucis de los penales. Lo que sea, la realidad es que esta vez no pudimos.
El oro en Londres 2012 se ha convertido en el punto de referencia y por ello nos sabe a poco cuanto no sea el primer sitio olímpico en futbol. Y así debe ser, lo que no quita que este equipo tendrá que levantarse a toda velocidad para pelear el bronce con gallardía. Y es que ese ha sido el sello de este proyecto.
Twitter/albertolati