El dominio de la energía nuclear es uno de los logros científicos de la humanidad, pero también desató dos tragedias que marcaron la historia.

La primera de estas catástrofes fue un ataque premeditado.

El 6 y 9 de agosto de 1945 Estados Unidos lanzó dos bombas atómicas sobre Hiroshima y Nagasaki, en Japón.

Los cálculos más conservadores estiman que para diciembre de 1945 unas 110 mil personas habían muerto en ambas ciudades, a causa de la explosión y la radiación, mientras que otros estudios afirman que pudieron ascender a 210 mil.

A estos se suman los sobrevivientes, que sufrieron envenenamiento radioactivo y desarrollaron enfermedades como cáncer y leucemia.

Desde aquel entonces, ningún país ha lanzado un ataque nuclear.

El segundo desastre fue un accidente.

En las primeras horas del 26 de abril de 1986 explotó uno de los reactores de la planta nuclear de Chernóbil, en Ucrania.

La explosión inicial mató únicamente a dos personas y 134 miembros de los equipos de emergencia sufrieron síndrome de irradiación aguda de los cuales 28 murieron en los siguientes meses y otros 19, lo hicieron después.

Los sobrevivientes aún sufren lesiones en la piel y en os ojos debido a la exposición al material radioactivo.

Un informe de la Organización Mundial de la Salud estimó que cerca de 4 mil personas podrían morir a causa de la radiación a la que se vieron expuestas a raíz del accidente.

Esta ha sido la mayor fuga accidental de radiación en la historia de la energía nuclear.

Tras el desastre, los habitantes de la ciudad de Prypiat, cerca a la planta, fueron evacuados y se estableció una zona de exclusión de 30 kilómetros alrededor de la planta nuclear.

Hiroshima, Nagasaki y Chernóbil sufrieron las consecuencias de la radiación, sin embargo, el panorama es muy distinto entre las ciudades japonesas y la planta nuclear.

Mientras en Hiroshima y Nagasaki la vida transcurre con normalidad, muchas áreas de Chernóbil siguen sin ser habitadas y otras con acceso restringido debido al riesgo latente de la radiación.

¿A que se debe este contraste?

La clave está en el tipo de reacciones que ocurrieron en cada lugar, la cantidad de material involucrado en cada explosión y la altura en la que ocurrieron las detonaciones.

El tipo de reacción

Una diferencia básica es que ocurrieron fenómenos diferentes: las bombas fueron el resultado de una fisión en cadena rápida, mientras que lo del reactor fue una fisión en cadena lenta.

“La bomba fue diseñada para que la fisión ocurriera en una fracción de segundo y a gran intensidad”, dice John Luxat, especialista en seguridad nuclear de la Universidad de McMaster, en Canadá.

“De esa manera, se libera una gran cantidad de energía en milisegundos”, añade.

En cambió en Chernóbil, la reacción fue lenta.

En el interior del reactor se fue sobre-calentando el combustible nuclear y se fue acumulando vapor, lo que ejercía una enorme presión sobre el tanque.

“Es como si hubiera explotado una olla de presión”, continua explicando Luxat.

Las partículas radioactivas que se liberan en una bomba atómica son altamente tóxicas, pero tienen un tiempo corto de vida.

Por el contrario, los materiales se liberan al reactor, inicialmente son menos tóxicos, pero tienen un tiempo de vida más largo.

El reactor de Chernóbil, en cambio, contenía toneladas de uranio enriquecido.

“Eso significa que probablemente tenía varios cientos de kilos de productos fisionables en su interior”, según Alex Wellerstein, historiados especialista en armas nucleares del Instituto Tecnológico Stevens en Estados Unidos.

Se calcula que en Chernóbil se liberó 100 veces más radiación que en las bombas de Hiroshima y Nagasaki.

La altura

En Hiroshima y Nagasaki las bombas explotaron en el aire, a más de 500 metros del suelo.

Eso quiere decir que el material radioactivo se disipó en el aire, disminuyendo las partículas tóxicas en el terreno.

Por el contrario, la explosión de Chernóbil fue al nivel del suelo y el incendio que se desató contenía material radioactivo.

La temperatura del fuego era menor a la de la explosión de las bombas atómicas, así que las partículas tóxicas no subían y se dispersaban en la atmósfera, sino que circulaban constantemente en el mismo lugar e impregnaban el suelo alrededor.

“En esa situación lo que tiene es mucha contaminación en un área relativamente local, en este caso, en la planta”, explica Wellerstein.

Si la bomba de Hiroshima hubiera explotado en el suelo, habría más contaminación, pero aún así sería más limitada que la de Chernóbil, porque había mucho menos material con el cual contaminar.

Chernóbil hoy

Hiroshima y Nagasaki actualmente son ciudades prosperas e importantes puertos de Japón.

En cambio, Chernóbil sigue siendo una zona altamente restringida.

Aun así, hay personas que trabajan cerca de la zona de exclusión y otras incluso han regresado a vivir en los alrededores.

Solo en 2019 unos 60 mil turistas visitaron Pripyat, la ciudad fantasma que fue evacuada tras la explosión.

Según explica Wellerstein, hoy en la zona hay productos de fisión y otros tóxicos, pero no es un lugar extremadamente radioactivo.

La radiactividad en el lugar es solo “ligeramente mayor que en cualquier otra parte”, dice.

“En pequeños grupos de personas puede que no se note ningún daño”, sin embargo advierte que familias con hijos no deberían vivir ahí.

“En un gran número de personas, especialmente en poblaciones vulnerables como niños y mujeres embarazadas, se esperaría ver un aumento en el riesgo de cáncer y defectos de nacimiento”, finaliza.

Aunque aún faltan años de investigación para comprender con mayor precisión los efectos de la radiación en Chernóbil.

con información de medios 

 

EFVE