Afganistán no se puede entender como un Estado-Nación al estilo occidental, pensarlo así hace más complejo comprender su nueva conformación. Lo que pasó hace casi 15 días -la toma del territorio por parte de los fundamentalistas islámicos talibanes-, ni siquiera se puede calificar como golpe de Estado, sino como la redefinición del territorio en un Estado Islámico… luego de ensayar durante 20 años bajo un modelo liberal protegido por la OTAN.

“Es un proceso coordinado por poderes regionales (acuerdo de Doha), una redefinición del marco político y de seguridad (…) no es un golpe de Estado ni una revolución”, señaló Moisés Garduño, académico especialista en la región.

La diversidad que le brindan sus 25 etnias hacen de Afganistán un país complejo (casi tribal) donde el grupo predominante (pastún, al que pertenece la mayoría talibana) lucha -por el discurso o por las armas-, para conservar el control de los casi 40 millones de habitantes.

“Sus mecanismos de legitimación social se basan en la familia, o bien, en los clanes, e incluso en relaciones de vasallaje (…) esto influye de manera étnica en el territorio, pero no lo suficiente para alcanzar unificación nacional”, señaló Alfonso Zegbe, exembajador de México en Irán, durante un seminario del Instituto de Investigaciones Sociales de la UNAM.

“No entender que Afganistán no es ese Estado-Nación que se pueda llevar desde Kabul”, agregó, “ha sido uno de los principales problemas”.

Y es que el territorio de 650 kilómetros cuadrados (casi el doble de Alemania), no es uno que se controle por ciudades, sino por marcas territoriales. Ni la capital afgana, Kabul, es vista como representativa por todos los grupos.

Especialistas como el italiano Antonio Giustozzi (King’s College London) consideran que Afganistán es uno de los países más fragmentados del mundo debido a su naturaleza étnica, lo que le impide llegar a acuerdos expeditos.

Desde la invasión de Mongolia (1221), pasando por la británica (1839), hasta la soviética (1979), Afganistán se ha visto en la necesidad de ser un territorio de autodefensa. Hoy en día persiste la tensión, por ejemplo, entre las etnias pastún y la tayika, a la que pertenece gran parte de la oposición.

Infografía: Xavier Rodríguez

LEG