Fanie Soto pasó su infancia a veces sola en casa cuando su madre trabajaba; de compañía, pedía que le rentaran películas. Y así fue estrechando su lazo con el cine hasta hacer cosas imposibles: estudiar dirección en la Universidad de Guadalajara, escribir su primer guión, ganar con él el Matilde Landeta y, sobre todo, conocer en la ceremonia de premiación a Ernesto Contreras, que se lo llevó a la pantalla.
Cosas imposibles (2021) cuenta el encuentro de Miguel (Benny Emmanuel), un joven narcomenudista gay, con Matilde (Nora Velázquez), una viuda que sufrió de tal manera la violencia de su marido Porfirio (Salvador Garcini), que tras la muerte de éste padece a su fantasma, por lo que se cree loca.
La más reciente película de Contreras, con las preocupaciones estéticas, sociales, de amistad e identidad sexual que el cineasta ya ha planteado en trabajos como la también espléndida Sueño en otro idioma (2017), acoge así las historias que su guionista ha vivido a través de mujeres y amigos cercanos.
“Más que ser fielmente biográfico hay algunas historias familiares en el guión. Crecí en una generación de mujeres en la que el maltrato en el matrimonio había sido normalizado; incluso está la historia de mi mamá y cómo salió de una relación de abuso. En esa generación, la historia se repetía, y lo que hice fue construir el personaje a partir de esas experiencias, para hablar de mujeres tan cercanas”, explica Soto.
La tapatía asume la influencia del cine que vio desde niña, y su historia guarda un diálogo con cintas de varias generaciones como Alice (Woody Allen, 1990), Untouchable (Olivier Nakache y Eric Toledano, 2011)), Volver (Pedro Almodóvar, 2006) o quizá Doña Flor y sus dos maridos (Bruno Barreto, 1976).
–¿Cómo fue el proceso de construcción de su primer guión?
–Empecé a construir la historia casi saliendo de la universidad. Siempre me interesó contar historias de mujeres, en diferentes etapas de sus vidas. El personaje de la mujer de la tercera edad ha sido bastante olvidado, o está retratado como cuidadora, madre, y como si su condición de edad antecediera el hecho de que se tiene que morir. Traté de pensarlo desde otro lugar. Mi mamá siempre ha sido muy resiliente, le pasan cosas pero siempre tiene la actitud de analizarlas y volver a empezar y siempre nos ha enseñado a buscar opciones y oportunidades. Mi personaje de Matilde está un poco inspirado en eso.
–Conoció a Contreras al recibir el premio ¿Cómo se conectaron para que su guión prosperara?
–Conocí a Ernesto por Sueño en otro idioma, una película que me hizo tener aspiraciones distintas, hacia el cine que quería hacer; demostraba que se podían hacer buenas películas con buenas historias en México; filmes autorales pero que también podían conectar con muchísima gente. Fue una situación bastante fortuita, él no era el jurado del premio, sino había sido invitado como presidente de la Academia Mexicana de Artes y Ciencias Cinematográficas.
Descubrimos que teníamos un interés particular en las relaciones humanas atípicas, en pensar en la comunicación humana desde diferentes lugares, nos gustaban los personajes de mujeres fuertes y memorables. Seguimos trabajando juntos. Es una persona generosa y amable, a quien sí le importan las cosas que cuentas y que te motivan.
–¿Por qué representar con un fantasma la violencia doméstica?
–La violencia te marca tanto que, en el caso de Matilde, ella no pudo librarse de sus traumas a pesar de la muerte del marido. Ella se casó a los 15 años y se dedicó a cuidar de este hombre y nunca hizo nada para sí; entonces ella vive en un trauma, el fantasma es la metáfora de ese trauma; lo quise plantear como algo que le dijeron tanto y un trauma tan grande que se manifiesta en este fantasma que no te deja en paz, está en tu cabeza, tú misma hablándote, diciéndote que no puedes ni vas a lograr salir, diciéndote que todo es tan complejo que mejor deberías morirte, cuando no. Parece que estamos acostumbrados a que en algún punto de nuestra vida somos seres completos, pero no, esa pregunta de qué hacer con tu vida se la puede plantear Miguel a sus 19 años y alguien en los sesenta como Matilde.
–Pero no es una película de autoayuda ¿o sí?
–No, por supuesto que no. De hecho la película se asumió como una obra autónoma, lejos de lo moralista, de lo cursi, y eso conectó mucho con la gente: que tiene carnita, que son personajes muy orgánicos, eso de que estén basados en cosas que yo viví a fin de cuentas le dan esa sensación de verdad. Y el mensaje es que no existen reglas, que hay que seguir haciéndose preguntas.
LEG