En las últimas semanas una queja no deja de escucharse en Palacio Nacional: ¡Ay Ricardo! Lo que no está claro es si se refieren a Ricardo Anaya, el villano favorito de la 4T (el tonto útil) o al senador Ricardo Monreal (el listo peligroso). Tampoco está nada claro el futuro de ambos. Anaya, auto exiliado en EU y Monreal recién exiliado del poder único en el Senado. ¿Asunto resuelto? Tal vez no.
Ricardo Anaya ya nos había mostrado durante la campaña presidencial, que había sido el peor candidato del PAN a la presidencia en su historia (superar a Josefina no estaba fácil).
En campaña, López Obrador lo hizo morder el polvo una y otra vez, convirtiéndolo en el objetivo sistemático de sus ataques y ridiculizándolo en los debates. Anaya, fuera de sí, nunca fue capaz de superar las provocaciones a las que era sometido, mostrando su lado más oscuro, el perfecto tonto útil que toda campaña necesita.
Ahora que el régimen morenista enfrenta a un bloque opositor que le puede poner las cosas aún mas difíciles, el Presidente, con mucho colmillo, resucitó el debate con Anaya, quién cayó de lleno una vez más. Da igual si las pruebas de la FGR tienen valor jurídico o no y así, el Presidente pudo colocar el debate político donde a él más le conviene: en campaña. De pasada divide al PAN, el partido fuerte del bloque opositor y mueve fichas por todos lados para enfrentar su primera campaña presidencial: sacar adelante el presupuesto. No será fácil.
Con Ricardo Monreal, la cosa es muy diferente, político añejo y superviviente nato, ha transitado por casi todos los partidos políticos a los que ha podido manipular. Hábil como pocos para negociar todo, desde política, familia, amigos y lealtades. Si para permanecer en el poder tuvo que tocar retirada, lo hizo una y otra vez.
Pero con 61 años, el margen de maniobra se ha estrechado y su última jugada partidista para poder prescindir de Morena (y de López Obrador) fue hacerse de su partido, Fuerza por México, que no resultó como él esperaba, pero, paradójicamente tampoco al Presidente le fue del todo bien. En esta ocasión la víctima de Monreal fue Claudia Sheinbaum, y eso sí no lo toleró el Presidente, que perdona todo, menos la deslealtad a su persona o a su grupo.
Había que poner un freno a Monreal y esto precipitó tanto la salida de Olga Sánchez Cordero de Gobernación y el que su relevo fuera, un personaje que no estaba en el plan original, Adán Augusto López. Monreal es ahora menos que corcholata y el Presidente ejercerá como nunca su rol secundario favorito: el de secretario de Gobernación.
El problema es que ni Anaya está en la cárcel y Monreal sigue en el Senado, maniobrando todo lo que haga falta y si consigue que Pedro Haces (dueño de la CATEM) salve el registro de Fuerza por México, le puede poner el panorama complicado a Morena en más de una elección y nada impedirá que Monreal esté en la boleta de 2024 para Presidente o para jefe de Gobierno de la CDMX.
Si el PAN (y el bloque) espabilan y logran usar a Anaya como es debido (y como se lo merece), pueden fortalecer su imagen, capitalizar la elección intermedia e iniciar las campañas del bloque opositor con elementos para dar una batalla más equitativa que la campaña anterior.
Hoy es día del III Informe de Gobierno del presidente López Obrador (con tantas mañaneras e informes intermedios que ya no se sabe que informe toca), pero en realidad es el arranque formal de las campañas hacia la sucesión presidencial. Campañas 2022-2024. Cada una será una campaña presidencial. Se va a poner bueno.