Era septiembre de 1971, México venía de una masacre de estudiantes en Tlatelolco y una represión brutal en el llamado “Jueves de Corpus” (el halconazo). Los jóvenes, los chavos de esa época vieron en el Festival de Rock y Ruedas de Avándaro el escape ideal para colectivamente transformar su energía sin dejar de olvidar y mucho menos perdonar…
El mencionado festival, parteaguas en la historia cultural y social de México y en la generación de libertades y espacios para los jóvenes, recibió por igual a gente clasemediera, del alta “alcurnia” y de los barrios bajos del entonces Distrito Federal y su periferia. Miles llegaron y convivieron en santa paz, un logro que, sin embargo, no fue retratado por la prensa de ese entonces que vio en la reunión puros pelos, sexo, drogas, violencia, encuerados y degenere.
Uno de los asistentes al cuasi mítico Festival de Avándaro fue Mr. Mario (Mario Alberto Moreno Reyes), quien actualmente tiene 71 años, y quien en su primera juventud (hace 50 años) le tupia duro a la batería, lo que lo hizo destacarse entre las bandas de rock que escasamente pululaban en la capital del país.
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“En 1971 vivía con mis padres. Mi papá, Fernando Moreno Escalante, era sastre y también escuchaba rock, del romántico; yo le ayudaba en el taller, además de estudiar. No hubo problemas cuando le dije que iría a Avándaro. Él era muy alivianado, nos daba consejos a todos mis hermanos y hermanas. El rock era lo que me gustaba y había libertad”, narra Mario en entrevista.
De familia musical (su abuela tocaba violín y guitarra y su madre cantaba) Mr. Mario inició su camino en el arduo pero necesario mundo de la música con el grupo Tequila, como baterista suplente, razón por la que le tocó viajar con ellos al municipio de Valle de Bravo en donde se realizó el festival… Allí vivió “la experiencia”.
“Íbamos en un autobús que había alquilado Armando Molina junto con Bandido y otra banda de la cual no recuerdo el nombre. Llegando allá veíamos a la raza caminando, filas interminables. Llegando a Avándaro lo primero que vi fue un campamento de soldados. ‘El Oso’, guitarrista de Bandido dijo ‘ya tenemos conecte aquí’ y pedía al chofer que se parara. Yo me quede sorprendido con la cantidad de gente que llegó”, cuenta don Mario.
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Sobre su acercamiento con Tequila, el músico narra que llegó a la banda pues conocía a Ariel Rot, quien era el guitarrista y vivía en un departamento arriba de donde su padre tenía su sastrería (Covarrubias, casi esquina Melchor Ocampo, en la San Rafael): “Él bajaba a arreglar sus pantalones, chamarras. Ensayaban allí. En una de esas idas al ensayo me preguntaron si tocaba algún instrumento y empecé a darle con ellos como suplente”, narra.
Avándaro, era puro Peace and Love
Para Mario, una de las bandas que más rifó en el escenario de Avándaro fue Peace and Love, banda con la que se cortó la transmisión del evento en radio. El ambiente, desde su percepción, era, en general, de paz y amor pues la banda lo que quería era convivir y escuchar música, sin más.
“Hubo un momento en el que los chavos se empezaban a subir al escenario, se movía; había peligro de que se cayera y al momento de instarlos a bajar lo hacían sin problema; no hubo desmanes, no hubo lo que se dijo en los medios, ellos querían tener un pretexto mucho más grande para cancelar todo y echarle la culpa al rock y lo lograron. Después del Festival los músicos estuvieron vetados, las grabaciones, los conciertos, todo…”, narra el baterista.
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Una de las vicisitudes que en realidad no generaron ningún ruido a pesar de que hubo 50, 200, o 350 mil asistentes (no hay cifras oficiales) era la comida y bebida. Mario recuerda que por ser acompañante de Tequila en el hotel les ofrecieron de todo, pero al principio la gente del lugar “se espantaba, no entendían lo que estaba pasando”.
“La misma raza empezó a pedir a la población que les vendieran agua, comida y ya después se armó la comunión. La gente empezó a brindar bebidas y alimentos. Nunca hubo ningún tipo de abuso, la gente del pueblo se rifó en grande, aceptó a los jóvenes como nunca y se unieron a la celebración”, recuerda el músico.
Que gran festival…
Para Mario, Avándaro, el gran festival, el festival de festivales de México, se lleva las palmas gracias a que las bandas se atrevieron a innovar en su música, a presentar temas propios, alejándose de lo que se venía haciendo y transformando, para siempre, la historia de este género musical.
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“Las bandas de acá no les pedían nada a los gabachos, se empezaban a gestar bandas que no cantaban en inglés sino ya en español, prueba de ello el Three Souls in My Mind, un grupo que en ese entonces no era tan conocido, en Avándaro creció Alex Lora e impuso estilo para decenas de grupos que hoy andan en los escenarios. Había hambre de salir a tocar, aunque no les pagaran, lo que querían era tocar”, cuenta emocionado Mr. Mario.
Mi vida después de Avándaro
El roquero, sastre de profesión y baterista por convicción, confiesa que después de Avándaro ya nada fue igual pues se abrieron, años después, los espacios para que vinieran grupos extranjeros y la consigna, tras el largo ayuno auditivo, era lanzarse a como dé lugar.
“Fui a todos menos al de Queen; me lancé al de Rod Stewart en Querétaro, a ver a Billy Joel en el Palacio de los Deportes, al de Sting, a Paul McCartney. A las bandas hay que verlas en vivo, es lo mejor”, asevera Mario quien, abunda, estuvo un tiempo trabajando al lado de Baby Bátiz, con la banda Black & Blue.
“Con mi hermano, Miguel Ángel Moreno, “El blues”, quien tocaba la guitarra y el bajo, formamos un grupo llamado Cartucho del cual aún queda una grabación amateur en cinta. Tocábamos mucho con Manolo Gómez, un guitarrista fenomenal, al que nunca le dieron el crédito real que se merecía en el rock. Tiene algunos meses que falleció. Ahora con mi yerno tengo un estudio de grabación en donde sigo en el ambiente de la música”, expresa.
FF