¿Por qué durante la administración del presidente Donald Trump no vimos las escenas que ahora parecen cotidianas en la frontera sur mexicana?
Como recuerda, Trump amenazó a México con la imposición de aranceles a cientos de productos si no “cooperaba’’ para frenar la migración de centroamericanos, principalmente, a su país.
México reaccionó de inmediato y el canciller Marcelo Ebrard fue el encargado de negociar un acuerdo que evitó los aranceles a cambio de que México sellara su frontera sur.
Para eso envió a miles de miembros de la Guardia Nacional a la frontera sur y, para que el vecino no se incomodara, otros miles a la frontera norte para contener a los que ya habían llegado.
La actuación de las autoridades mexicanas fue tan efectiva, que en más de cincuenta ocasiones Trump agradeció al presidente López Obrador su “cooperación’’ y el envió de 27 mil soldados -eso decía el estadounidense- para contener la migración sureña.
Derrotado Trump en las urnas, parece que al Gobierno mexicano ya no le preocupa enviar o mantener al mismo número de guardias nacionales para contener la llegada de migrantes.
Ahora los dejan llegar, por miles, sin que en la frontera con Guatemala se les contenga, como hasta hace unos meses, y después, cuando desesperados tratan de avanzar por Chiapas, son detenidos de formas no muy humanistas, por decirlo de alguna forma.
No sabemos cuáles fueron las negociaciones entre México y Estados Unidos en materia migratoria; suponemos, porque no hay información al respecto, que el compromiso de López Obrador sigue siendo contener a los migrantes en el sur, pero la estrategia ha variado, notoriamente.
En parte se debe al ridículo presupuesto que tiene la Comisión Mexicana de Ayuda a Refugiados (Comar) al igual que el Instituto Nacional de Migración, condenados a hacer lo imposible con menos personal y recursos materiales.
Las escenas registradas en Tapachula, Huixtla, Mapastepec y municipios cercanos no cambiarán salvo por dos condiciones: que Estados Unidos vuelva a amenazar con aranceles o que el Gobierno mexicano se tome en serio el problema que los desborda ya por los cuatro costados.
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¿Por qué será que por más que gritan los dirigentes del PRI que “no obedecen a nadie’’ y que van a luchar por los necesitados sus palabras no tienen eco?
A lo mejor es un problema de acústica, pero las declaraciones de Alejandro Moreno y del coordinador de los diputados del tricolor, Rubén Moreira, pasan de noche, sin resonancia, vamos, no merecen siquiera la réplica de Morena, lo cual sí debe calentarles.
Como sea, los priistas tienen la oportunidad de reivindicarse no solo con su base sino con la sociedad en general a partir de la discusión del presupuesto.
Este deberá entregarse el próximo miércoles, por ley, y ya veremos si el PRI de ahora es el reflejo del PRI de hace años y algo cambió.
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Ayer en Twitter se colocó como tendencia el hashtag #CorteAbortoNo y hoy, cuando el máximo tribunal del país entre al análisis de la constitucionalidad o de la determinación del Congreso de Coahuila para hacer punible el aborto, habrá una manifestación afuera de la sede de la Suprema Corte de Justicia de la Nación.
Más allá del delicadísimo tema de la interrupción del embarazo, está otro igualmente delicado y hasta peligroso para el federalismo: que la Corte asuma labores de legisladora y pueda indicar a los Congresos locales en qué sentido votar.
@adriantrejo