El actor Jean-Paul Belmondo falleció este lunes a los 88 años y, con la muerte de este seductor con rostro de boxeador, Francia pierde a una de las últimas grandes estrellas populares y uno de sus intérpretes más consagrados.
“Estaba muy cansado desde hacía algún tiempo. Se apagó tranquilamente”, anunció a la AFP su abogado, Michel Godest. “Bébel” falleció en su domicilio en París, tras más de 80 películas a sus espaldas.
“Tesoro nacional”, “un rostro y una insolencia inimitables”, “una leyenda francesa”… Las hiperbólicas reacciones se sucedieron para despedir a uno de los últimos referentes, junto a Alain Delon y Brigitte Bardot, de una memorable generación.
“Era un tesoro nacional”, “un héroe sublime y figura familiar, un temerario incansable y mago de la palabra”, tuiteó el presidente francés, Emmanuel Macron, que subrayó su papel en “Le Magnifique” (“Cómo destruir al más famoso agente secreto del mundo”, 1973).
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Su fama llegó, sin embargo, de la mano de Jean-Luc Godard, reputado director de la Nouvelle Vague, a cuyas órdenes daría vida a un cautivador delincuente en la icónica “À bout de souffle” (“Sin aliento”, “Al filo de la escapada”, 1960).
“Venga a mi habitación, haremos una película y le daré 50.000 francos”, le dijo entonces Godard a Belmondo, con quien se había cruzado en la calle. El intérprete no tenía aún 30 años.
Después del éxito de la película, los realizadores “venían a mí” relataríaBelmondo en 2016 en un libro de recuerdos, “Mille vies valent mieux qu’une” (“Mil vidas valen más que una”).
Belmondo actuó a las órdenes de los más reconocidos directores de la época, como Vittorio de Sica, François Truffaut, Claude Chabrol, Alain Resnais o Claude Lelouch.
Además de ocupar un rol central en la Nouvelle Vague, “Bébel” también dejó la huella de un actor físico, amante de las peleas, cultivando una gran dosis de humor, como hizo en “Le cerveau” (“El cerebro”, 1969).
Su físico de boxeador le valdría populares éxitos en “L’homme de Rio” (“El Hombre de Río”, 1964) de Philippe De Broca, “Le Professionnel” (“El profesional”, 1981) de Georges Lautner o “L’as des as” (“As de ases”, 1982), de Gérard Oury.
Su carrera estuvo así sembrada de éxitos, a los que se suman “Pierrot le fou” (Pierrot el loco, 1965) de Godard o “Itinéraire d’un enfant gâté (El imperio del león, 1988) de Lelouch, por el que ganó un César al mejor actor.
Sin embargo, un accidente cerebrovascular, en 2001, eclipsó su estrella y lo hizo desaparecer prácticamente de la pantalla. Pero siguió siendo uno de los referentes del séptimo arte, “uno de los últimos héroes del cine francés”, para el actor Jean Dujardin.
El Festival de Cannes recompensó el conjunto de su carrera con una Palma de honor en 2011 y la Mostra de Venecia con un León de Oro un lustro más tarde.
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“FRANCA SONRISA”
Nacido el 9 de abril de 1933 en Neuilly-sur-Seine, un suburbio acomodado de París, Belmondo se crio en una familia de artistas. Su padre, de origen italiano, era un reconocido escultor.
La vida amorosa de este seductor eternamente bronceado alimentó la prensa del corazón. Tras el divorcio con su segunda esposa, la vedette Natty, mantuvo una relación con una exmodelo belga, de la que finalmente se separó en 2012.
Belmondo era padre de cuatro hijos: Patricia (fallecida trágicamente), Florence, Paul y Stella, a quien tuvo a los 70 años.
Jean-Paul Belmondo “ha ido a reunirse con sus viejos amigos del Conservatorio”, escribió su familia en un un comunicado, sobre la muerte de este “pilar”, cuya “franca sonrisa siempre estará ahí”.
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