El nuevo ciclo escolar también comenzó ayer en Cuba, pero el régimen prefirió completar primero las vacunaciones entre niños y jóvenes -apenas comenzado el fin de semana-, antes de que la modalidad fuera presencial.
Sentada frente al televisor, Lía, de 7 años, comenzó la víspera un nuevo curso escolar, lejos de las aulas: “Me gusta ir a las clases para ponerme el uniforme”, dice la pequeña Lía, de ojos azules y larga cabellera castaña, recogida con una trenza, “quiero volver a ver a los amigos y a los maestros”.
Así lo dijo, un poco malhumorada, en su casa en Centro Habana, un barrio obrero de la capital cubana.
La mayoría de las escuelas del país están cerradas desde el 20 de marzo de 2020 y solo reabrieron unas semanas al final de ese año antes de cerrar otra vez, en enero pasado.
Con sus libros de texto y libretas abiertos sobre la mesa del comedor de la casa, Lía no tiene elección: al igual que el resto de los escolares de la isla tiene que seguir las “teleclases”, el curso impartido por televisión, pues la mayoría de los hogares cubanos no cuentan con Internet.
A su lado, su madre, Virginia del Rey, una oficinista de 34 años, todavía recuerda el impacto del cierre de las escuelas en su hija: Fue un cambio muy brusco para ella porque se puso muy triste, no podía ver a sus amiguitos”.
Pero, aún así, Virginia no la hubiese enviado al colegio por nada del mundo este lunes, como inicialmente estaba previsto.
“Escribí al Ministerio de Educación diciendo que yo prefería que mi niña se incorporara a clases cuando tuviera su vacuna”.
El Gobierno anunció que las escuelas abrirán gradualmente, en octubre y noviembre, cuando todos los estudiantes estén vacunados.
LEG