Uno de los lemas de colectivos de búsqueda en México es: “Cuando una persona muere hay que dejarle ir; pero cuando una persona está desaparecida hay que hacerle volver a la casa”.
En el país hay 89 mil 488 víctimas de este delito, según el Registro Nacional de Personas Desaparecidas y No localizadas, de 1964 al 30 de junio de 2021.
Pero organizaciones civiles, instituciones académicas y colectivos han señalado un subregistro en la cifra oficial. “Nuestro mayor deseo es encontrar a ese ser querido, a ese pedacito de nuestro corazón que nos fue arrebatado. Y quiero aclarar que el papel más importante en estas búsquedas ha sido de las mujeres, porque buscamos en vida, en fosas clandestinas(…)”.
“Hemos aprendido a realizar procedimientos periciales, de investigación, activismo y constante presión ante las autoridades”, dice en entrevista Gema Antúnez Flores, representante del Colectivo Familiares en Búsqueda María Herrera, integrado por unas 80 familias de Chilpancingo de los Bravo, Guerrero.
Del 8 de febrero de 2019 al 30 de junio de 2021, la Comisión Nacional de Búsqueda (CNB) ha participado en mil 758 jornadas en campo, en 28 entidades federativas y 268 municipios.
La mayoría ha sido en Guerrero, estado que registra 281 jornadas, con base en el Reporte Semestral (enero a junio del 2021) de Búsqueda e Identificación de Personas Desaparecidas.
Iguala es el municipio que realizó 90 jornadas de búsqueda en campo, equivalentes a 5.12%.
Ahí, entre el 26 y 27 de septiembre de 2014, 43 estudiantes de la Normal Rural de Ayotzinapa fueron víctimas de desaparición forzada; pero las mujeres también son blanco de este delito.
“YO LA VOY A ENCONTRAR”: DULCE FLORES
Dulce Janet Flores Flores es empleada en una cocina económica y madre buscadora. El 10 de agosto de 2020, cerca de las 17:30 horas, su cuñada le dijo que unos hombres irrumpieron en casa de su vecino, en Iguala, donde estaba su hija, Diana Laura Rueda Flores, y se los llevaron a ambos.
En entrevista dice que no sabía qué hacer y que creía que la iban a llamar, “lo único que hice fue esperar”. Horas y días después buscó a su hija en hospitales, por redes digitales y en el Ministerio Público (MP), donde se negaron a levantar un acta “por no tener datos suficientes de lo que había ocurrido”, ya que Dulce no estuvo presente al momento de la desaparición para poder rendir una declaración como testigo.
Ella redactó una ficha de búsqueda con la foto de su hija y la publicó en Facebook. El día que se la llevaron vestía una blusa negra y un short azul marino de mezclilla; tenía 19 años.
“Fue difícil dar ese paso porque todos se iban a enterar. A una le da miedo, mi temor por mi hija es que por esto le fueran a hacer daño”, expresa.
La segunda vez que fue al MP, unos 17 días después, le tomaron la denuncia. Fue así como se abrió la carpeta de investigación en la Fiscalía General del Estado de Guerrero. En marzo de 2021, regresó para hacerse la prueba de ADN porque se había enterado de una casa en Puebla donde se localizaron víctimas de trata de personas, por lo que existía la probabilidad de que su hija Diana estuviera ahí; sin embargo, el organismo no le ha informado de los resultados.
“Yo la voy a encontrar”, asegura Dulce y también le pide a su hija que no tenga miedo.
LEG