Christian Díaz Pardo (Santiago, 1976) se inspiró en historias de su país natal, Chile, y del adoptivo, México, entrelazadas por el golpe militar encabezado por Augusto Pinochet hace casi medio siglo, para construir un relato de ficción, Sanguinetti (2019), donde el vecino, la familia o hasta uno es el enemigo.
En entrevista en la presentación de su segundo largometraje en la muestra Talento Emergente 2021 que exhibe Cineteca Nacional desde el 10 al 27 de septiembre, Díaz Pardo cuenta que, en su infancia en Santiago, vivía en una unidad habitacional en los ochenta, los años más duros de la dictadura; entonces hubo una protesta nacional, con apagón, llantas quemándose en la calle y los cacerolazos, tradicionales.
“Yo era pequeño, estaba con mi mamá. De pronto un vecino salió a alumbrar con su linterna y estaba súper enojado con la protesta porque era partidario de Pinochet. Entonces empezó a gritar: ‘¡Malditos comunistas, malditos sean!’. Para mí eso fue súper fuerte, porque en el día a día, ese señor, que se llamaba Sanguinetti, era mi vecino, el padre de unos amigos. Fue muy impactante que ese señor, que era parte de mi cotidianidad, de la amabilidad del barrio, de pronto en ese momento se convirtió en el enemigo. De ahí viene la premisa de la película: el enemigo no está en otro país, ni siquiera en otra colonia o barrio; está ahí al lado, junto a tu casa, o puede ser incluso de tu familia”, cuenta el cineasta.
En Sanguinetti, la segunda película del también productor y docente de cine después de González, Falsos Profetas (2014), un médico anodino sin ánimos siquiera para contestar el teléfono recibe una visita inesperada: su hija que abandonó en Chile en los años noventa cuando era niña y que devino periodista que investiga casos de chilenos que huyeron a México y que eran criminales de la dictadura.
La historia, con guion del director y de León Felipe González, también toma como base el caso de Ricardo Cavallo, el ex militar y torturador de la dictadura argentina que se escondió en México y hasta fue director del Registro Nacional de Vehículos (Renave) durante los gobiernos del priista Ernesto Zedillo y del panista Vicente Fox, y a quien gracias una nota periodística se le identificó y arrestó en 2001, para ser extraditado y condenado en España a cadena perpetua por crímenes de lesa humanidad.
El filme, protagonizado magistralmente por otra chilena que, como Díaz Pardo, llegó a México hace alrededor de 20 años, Natalia Benvenuto, tuvo la suerte casi bizarra de que el padre de la actriz fuera también actor, Ernesto Benvenuto. De hecho, ella también participó en el primer filme del cineasta.
“La inquietud de hacer una película de un personaje femenino viene por mi película anterior, en la que el protagonismo es totalmente masculino; si bien trata justamente de criticar conductas machistas, inapropiadas, tenía la sensación de que le quedé debiendo a la audiencia femenina. Y quise explorar más un personaje femenino y, sobre todo, tratar de que no fuera convencional, en el sentido de que no tuviera una historia romántica a la que casi siempre se le obliga a las protagonistas. Por ello, Valentina está sólo enfocada a su carrera y a un conflicto personal y familiar”, expone el realizador.
El egresado del Centro de Capacitación Cinematográfica (CCC) dice que Sanguinetti parte de su deseo de vincular a Chile y México, algo que logra no sólo por la temática, sino también por el diseño de arte a cargo de Luis Arenas, donde la política y la corrupción entre ambos países se entrelaza, de la misma manera que lo hace el diseño sonoro de José Miguel Enríquez a lo largo del filme, en el que se van dando noticias sobre la situación de violencia que atraviesa el país en medio del drama familiar de la protagonista, Valentina, y su padre, cuyo reencuentro desata las fuerzas más oscuras del pinochetismo.
Por el filme desfilan por las páginas de la prensa rosa, en una soberbia escena sobre la corrupción, los casos de Carlos y Raúl Salinas de Gortari y la trabajadora doméstica que asesinaron de niños; el Niño Verde, Emilio González Martínez, y la búlgara Galina Chankova asesinada en el penthouse del político en Cancún, o el ex gobernador Mario Marín y la pederastia, a la par de los pactos entre los gobiernos de Enrique Peña Nieto y Michelle Bachelet, cuando eran presidentes de México y Chile, respectivamente.
CT