Ayer se cumplió el 57 aniversario del primer momento en que el Museo Nacional de Antropología (MNA) abrió sus puertas al público.
Un 17 de septiembre de 1964, el entonces presidente Adolfo López Mateos inaugura el repositorio, que albergaría gran parte del patrimonio de nuestro país.
El proyecto fue encomendado al arquitecto Pedro Ramírez Vázquez, quien según los registros, lo concibió no como un simple repositorio de piezas, sino como parte del patrimonio cultural de México.
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Ramírez, quién ya había realizado importantes edificaciones como la Escuela Nacional de Medicina de CU, el edificio de la Secretaría del Trabajo y la Galería de Historia, pensó el recinto en función del flujo de los visitantes.
Buscaba más bien, generar espacios abiertos que le permitieran a las personas disfrutar el bosque, por lo que optó por diseñar el famoso parque central, que con base en su forma circular, da la posibilidad de recorrerlo libremente hacia cualquier sala.
Con el fin de registrar, conservar, restaurar y exhibir las colecciones arqueológicas y etnográficas más importantes del país, su arquitectura buscó respetar la tradición de los pueblos, eligiendo la piedra como base de su construcción.
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Sin embargo, se realizó una mezcla importante con elementos nuevos de la construcción del siglo XX, fusionando la arquitectura mesoamericana, reinterpretándola mediante un lenguaje contemporáneo.
Sus espacios
Algunos de sus espacios más icónicos son; La celosía, que evoca al Cuadrángulo de las Monjas de Uxmal; el paraguas monumental, famoso por su relieve escultórico hecho por los hermanos Chávez Morado o el estanque frente a la sala Mexica.
Al tener una extensión aproximada de 70,000 metros cuadrados, de los cuales 30,000 ocupan sus 22 salas permanentes y una para exposiciones temporales, el MNA se erige como uno de los más importantes del país y del mundo.
Vale la pena visitarlo en su 57 aniversario, recorrerlo con toda la libertad con la que fue concebido y eso sí, ir con la agenda vacía, pues es un lugar tan monumental que conocerlo todo no es cosa de un ratito.
DCN