La 4T tiene como muletilla discursiva el combate a la corrupción, los resultados de esa lucha son muy pobres, el nivel de destrucción de las instituciones buscando tales crímenes sin éxito es muy grande y como remate, se acumulan las sospechas documentadas de actos de corrupción en este Gobierno entre funcionarios y cercanos al poder.
Pero el presidente Andrés Manuel López Obrador tiene una clientela cautiva y un discurso encantador que no va a cambiar porque sabe que seguirá funcionando. Ese eslogan del combate a la corrupción se va a mantener, no solo lo que resta de su Gobierno, sino como eje de la campaña de su candidato presidencial en 2024.
En el nombre del combate a la corrupción este Gobierno no ha tenido empacho en evidenciar que la Fiscalía General de la República (FGR) está a las órdenes presidenciales y que los casos más escandalosos, que han demostrado la falta de autonomía de esa institución, son dictados desde la mañanera de Palacio Nacional.
El escándalo de moda es la persecución de científicos por delincuencia organizada. Ayer mismo el Presidente ratificó en la mañanera que es un asunto suyo.
Pero uno de los más emblemáticos del fracaso del combate a la corrupción es el que involucra a la constructora brasileña Odebrecht, a Emilio Lozoya y a otros funcionarios y personajes políticos.
México es el país con más evidencias de corrupción de esa empresa brasileña y con menos involucrados en la cárcel.
Queda la joya de la demagogia de la fiscalía de la 4T en aquel comunicado del 25 de agosto pasado cuando el Presidente dio la instrucción de perseguir al excandidato presidencial Ricardo Anaya por el caso Odebrecht.
Olvídese de la calidad del redactor y recuerde aquel párrafo en el que la FGR argumenta que todo ese complot de Ricardo “N” y Odebrecht era para “entregar el patrimonio petrolero del país a intereses y empresas extranjeras…” ¡uff!
Todas esas maromas del Gobierno y su fiscalía se desmoronan y solo han logrado darle nuevos aires a Ricardo Anaya para que con una pulcritud didáctica exponga cómo se caen los argumentos en su contra.
No hay que perder de vista que la popularidad presidencial, que tuvo un bache severo con las pifias en materia de salud y manejo de la Covid-19 del impresentable Hugo López-Gatell, solo tuvo otro momento de baja cuando inició su pleito publico con Ricardo Anaya.
Lo peor para la 4T de que se caiga ese aparente montaje de la FGR en contra del opositor Anaya es que coincide con el próximo envío al Congreso de la iniciativa de contrarreforma eléctrica del presidente López Obrador que tiene como eje central toda esa supuesta corrupción en el sector energético.
Como no hay argumentos económicos, mucho menos ecológicos, para regresarle todo el poder a la Comisión Federal de Electricidad, entonces quiere la 4T sustentar su retroceso al pasado en el combate a la corrupción.
Pero lo hace con dos salvedades, no ha podido montar casos serios y contundentes en torno al extrañamente libre Emilio Lozoya y sí por el contrario tiene en la dirección de la eléctrica del Gobierno a Manuel Bartlett Díaz, del que sobran presentaciones.
@campossuarez