¿Qué hubieran representado 14 millones de dólares para el poderoso FC Barcelona, valuado por la revista Forbes en casi 5,000 millones de dólares?
Una minucia, acaso mera morralla, para un club que se habituó a comprar futbolistas por encima de los 100 millones y que si tenía que pagar algo por debajo de los veinte apenas era como comisión a algún representante o, colmo del absurdo, para compensar a una empresa para que denigrara en redes sociales a sus propios futbolistas.
Sin embargo, hoy desea destituir a Ronald Koeman y no halla cómo saldar la indemnización pertinente. Así que, a falta de ese monto -otrora tan minúsculo- está atascado en las manos de un director técnico que ya ni siquiera proyecta desear continuar ahí… aunque con justo derecho exigirá el dinero que se le prometió en caso de una desvinculación anticipada (no olvidemos que, poco más de un año atrás, Koeman llegó al Camp Nou tras depositar un dineral en la cuenta de la federación de futbol de su país finiquitando su contrato como seleccionador holandés).
Al tiempo, otra realidad ineludible: tampoco es que el plantel blaugrana hoy luzca capaz de mucho más. Si el común de los grandes imperios se desplomaron víctimas de su propia grandeza, el Barça decidió inmolarse quemando los millones que pensó que siempre sobrarían: en los fichajes sin sentido, en el inflar irresponsablemente la nómina mensual, en el no asumir que la gloria se mantendría tal como se llegó a ella (en fuerzas básicas) y no a contracorriente (con dispendios absurdos: por ejemplo, cómo se dilapidaron los 222 millones de euros y más recibidos desde París por Neymar).
Así que hoy parece no haber salida: ni dinero ni futbol, ni presente ni futuro, ni proyecto ni estructura, ni siquiera fe.
Quienes hayan adorado esos colores por menos de tres décadas habrán de comprender que la historia del club ha sido así. De hecho, tan prolongada e imponente hegemonía no es más que la excepción que confirma la regla. De sus 26 ligas, 15 vienen desde 1991. Sus cinco Champions se cosecharon en ese mismo periodo. Por poner paralelos: Johan Cruyff no levantó ahí como jugador más que una liga y una copa; Diego Armando Maradona ni siquiera tuvo título liguero; Ladislao Kubala, el primer gran crack barcelonista, ese que se dijo que construyó el Camp Nou (porque el afán de verlo propició que decenas de miles quisieran boletos para admirar su desempeño), fue loado por Joan Manuel Serrat por la temporada de los cinco títulos… aunque revisemos cuáles fueron: Liga, Copa, Copa Latina (enfrentaba a los campeones de España, Portugal, Italia y Francia; se obtenía tras dos juegos disputados), Copa Eva Duarte (equivalente a la actual Súpercopa) y Copa Martini Roso (trofeo patrocinado).
Temps era temps, composición en la que Serrat mezcla las dudas existenciales catalanas con la mágica delantera de los cincuenta: “¿Qué podía esperarse de nosotros? Si aún no sabemos, señora, qué es lo que seremos cuando seamos mayores, los hijos de un tiempo, los hijos de un país huérfano”. A esa falta de certezas tan catalana, hoy se añade la del equipo a la deriva… sin siquiera poder indemnizar al entrenador que ya no desea estar ahí.
Twitter/albertolati