“Declaro solemnemente inaugurado el noveno campeonato mundial de futbol: Copa Jules Rimet” Gustavo Díaz Ordaz comenzó así su discurso de inauguración del Mundial de Futbol de 1970 en el Estadio Azteca, aunque en realidad hizo apertura para un duro juicio por parte del pueblo de México.
En la cancha del coloso, frente al micrófono y bajo el sol, Díaz Ordaz se enfrentó a la mirada recriminatoria y comparecencia pública ante miles de personas.
Gustavo Díaz Ordaz, político poblano que ascendió al cargo presidente de México en 1964, fue uno de los mandatarios que más ha perdurado en la memoria de México, y para mal.
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Un personaje muchas veces descrito con adjetivos como autoritario e intolerante, quien efectivamente no toleró las agitaciones sociales y movimientos estudiantiles que estallaron en México, al igual que en otras partes del mundo en ese momento.
Su discurso de bienvenida dejó en claro que para México sus manos estaban manchadas de sangre, ya no era ningún secreto a voces como lo fue en la inauguración de los Juegos Olímpicos de 1968, tan sólo unos días después de la masacre en Tlatelolco.
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Aunque en la inauguración de los Juegos Olímpicos hubo muestras de indignación, como el papalote de una paloma negra volando mientras los organizadores habían soltado palomas blancas en representación de la paz, el Mundial sería aún. más duro.
El fatídico día de la masacre en Tlatelolco, orquestado por Díaz Ordaz, terminaría por alcanzarlo una vez más en el Estadio Azteca, donde el público no desperdició la oportunidad de bombardearlo con miradas que lo juzgaban duramente.
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Lo mínimo que podía hacer la gente en ese momento, a falta de verdadera justicia ante la brutal represión que Díaz Ordaz desató en contra de una manifestación de estudiantes que exigían condiciones más democráticas y menos autoritarias.
A pesar del ambiente inquisitivo con el presidente y de un mar de gente enardecida, aún se respiraba cierto temor por cualquier reacción violenta por parte del gobierno ante las muestras de rechazo y protesta.
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Aún así la catarsis masiva se llevó a cabo y la multitud comenzó a gritar “¡Chango, bájate de la penca!”.
El entonces presidente no gozó de un solo segundo de silencio o respeto durante todo el discurso inaugural, pues todo el rato lo acribilló una lluvia de mentadas de madre y abucheos.
Más de 100 mil personas le dejaron claro que sus acciones no serían perdonadas ni olvidadas, al menos por un muy largo tiempo.
La expresión política del pueblo mexicano pocas veces ha sido tan contundente y explícita, y el siniestro ex presidente cargó con ambos eventos masivos de rechazo hasta su muerte, el 15 de julio de 1979 a raíz de un cáncer de colon.
AV