Aborto, derecho a portar armas, libertades religiosas y posiblemente asuntos raciales: la Corte Suprema de Estados Unidos comenzó un nuevo mandato con casos de gran repercusión en su agenda que podrían poner de relieve la influencia de los jueces conservadores elegidos por Donald Trump.
Por primera vez en 18 meses, los magistrados del tribunal volverán a sentarse en sus bancas en persona, excepto el juez Brett Kavanaugh, quien dio positivo recientemente por Covid-19 y participará a distancia.
Kavanaugh es uno de los tres jueces confirmados durante los cuatro años de presidencia del republicano Trump, quien cambió el tribunal a una mayoría 6 a 3, sólidamente conservadora.
El tribunal se ha inclinado hacia la derecha, en particular cuando decidió -el 1 de septiembre- no bloquear una ley de Texas que prohíbe casi todos los abortos en el estado.
Este fallo enfureció a los demócratas, entre ellos al presidente Biden, y renovó los llamamientos para reformar la Corte Suprema, algo que está siendo considerado por una comisión presidencial que estudia opciones como la de añadir más asientos al tribunal de nueve jueces.
En términos más generales, la frustración pública hacia el tribunal ha crecido: sólo 40% de los estadounidenses dice que aprecia su trabajo, en comparación con el 49% de julio, mientras que el 37% de los encuestados lo consideran “demasiado conservador”, según una encuesta de Gallup.
En señal del descontento creciente, defensores del derecho al aborto protestaron frente a la casa de Kavanaugh y, el sábado, miles de personas convergieron en la Corte Suprema, y en ciudades de todo Estados Unidos, proclamando que el aborto es una opción personal y no un debate legal.
Los jueces se han esforzado por demostrar imparcialidad.
POCA ACEPTACIÓN
40 por ciento
de estadounidenses dice que aprecia el trabajo de los jueces
37 por ciento
de los encuestados consideran muy conservadora a la Corte
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