GUADALUPE GÓMEZ-AGUADO

 

El 18 de septiembre se celebró en la Ciudad de México la reunión de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (CELAC). Uno de los objetivos del encuentro fue tratar de entablar un diálogo con el gobierno estadounidense para buscar una nueva relación con el continente, como lo expresó el mandatario mexicano, quien habló de crear un modelo similar a la Unión Europea.

La organización fundada en 2010 promueve la integración y el desarrollo de los países de la región y está integrada por 33 naciones. México busca un papel de liderazgo en un territorio cuyos problemas y retos, en medio de la pandemia por Covid-19, son más que nunca inmensos.

Las reuniones de países de América tienen una larga tradición. Desde el siglo XIX, a consecuencia de los movimientos de emancipación latinoamericanos, se escucharon voces que clamaban por la integración regional e incluso se buscó crear una gran nación hispanoamericana cuyo ejemplo es la Gran Colombia, auspiciada por Simón Bolívar. Más allá de intentos fallidos, en varios países se buscó promover encuentros con el fin de discutir problemas comunes y enfrentar el creciente poderío estadounidense. Sin embargo, a fines de la centuria la nación que finalmente convocó a la Primera Conferencia Panamericana celebrada en 1889 fue, paradójicamente, Estados Unidos.

Tal como asegura María del Rosario Rodríguez, el interés central de las conferencias panamericanas era consolidar la hegemonía estadounidense en el Continente mediante la aplicación de la Doctrina Monroe, postulada en 1825 por el entonces presidente James Monroe y que difundió la idea de una “América para los americanos”. En 1905 se promulgó el corolario Roosevelt que asumía que Estados Unidos tendría que intervenir para mantener el orden en los países del sur. Al proponer la celebración de las conferencias panamericanas, pretendía concretar la unidad continental bajo su liderazgo.

Así, en 1910 se llevó a cabo en Buenos Aires la IV Conferencia Panamericana, relevante porque, al igual que lo ocurrido con la reciente reunión de la CELAC, en aquel encuentro se buscó una relación distinta con Estados Unidos en el marco de las celebraciones de independencia de varios países latinoamericanos.

En ese encuentro hubo dos posturas: el apoyo a la Doctrina Monroe por parte del gobierno de Brasil y el rechazo del resto de países asistentes, que se negaron a apoyar la moción e incluso afirmaron que en un momento en el que Centroamérica sufría la injerencia de Estados Unidos, apoyar las pretensiones hegemónicas de su gobierno sería una torpeza, por decir lo menos. Finalmente el tema se dejó de lado frente a las denuncias de intervencionismo estadounidense.

Así, más de un siglo después podemos afirmar que los conflictos entre la potencia del norte y los países del sur de su frontera siguen sin resolverse y en medio de los retos crecientes se sigue buscando una relación de respeto e igualdad entre Latinoamérica y Estados Unidos.