Desde la entrada de esta improvisada administración hay algo que no podemos negar: el esfuerzo y empeño que han puesto para hacer crecer un importante índice, el de la corrupción.
México retrocedió 18 lugares en el ranking del World Justice Project (WJP), ésto significa, que de 2019 a 2021 nuestro país cayó del lugar 117 al 135 de naciones más corruptas de un total de 139 analizadas. Así la gestión de Andrés Manuel López Obrador sólo demuestra que lleva paso firme para posicionarse en el sótano de esta vergonzosa medición.
Yo no sé si hay alguien a quien le sorprenda esta estadística, pero la velocidad con la que retrocedieron era predecible cuando, desde su campaña, el entonces candidato López Obrador anunciaba que sumaría a su equipo de trabajo a uno de los hombres más corruptos, señalado no sólo en México sino internacionalmente por defraudador, nepotismo y por traficar con influencias, entre algunos otros “detallitos”: a Napoleón Gómez Urrutia.
A Morena no le importó, para regalarle una curul en el Senado, que Napito huyera del país tras robarle 55 millones de dólares a sus agremiados, tampoco que haya violado los estatutos del Sindicato Minero para ser él quien heredara la dirigencia de la organización, y mucho menos que fuera quien permitió que los caídos de Pasta de Conchos trabajaran sin condiciones de seguridad a cambio de recibir un sueldo mensual por cada minero contratado por outsourcing.
Este Gobierno morenista llegó con una promesa que se convirtió al instante en cuento chino. Aseguraron que acabarían con la corrupción mediante un decreto presidencial, es decir, se acabaría porque el Presidente así lo quería.
Eso no sucedió, la corrupción sigue más viva que nunca, al igual que la impunidad. A modo de ejemplo, desde hace dos años existe una denuncia interpuesta por el Sindicato Democrático, por el intento de toma con violencia de la sección 288 en Coahuila, por parte de 70 afines a Gómez Urrutia. El hecho simplemente fue archivado.
Por otra parte, aunque la Junta Especial Número Diez de Conciliación y Arbitraje le ordenó a Napillo pagar 54 millones de dólares a los más de 11 mil mineros que defraudó, este sigue sin acatar el fallo, y lo peor, es que el mismo Presidente ha intervenido en favor de Napillo al decir que se debe investigar el hecho, como si las miles de denuncias y testimonios de años, no fueran suficientes para hacer cumplir la orden.
Napillo se ha convertido en ejemplo de lo que es la cuarta transformación (4T), a nadie le queda duda el tipo de políticas que están implementando. Hoy, el que fuera perseguido por la Interpol, es quien encabeza las giras en favor de Morena, así de jodido nuestro México.
Hace unos días, el presidente Andrés Manuel López Obrador hablaba de presumir en la ONU su “exitoso” plan de transformación con la intención de exportarlo al resto del mundo. ¿De cuál logro hablará el mandatario?, cuando ya vimos que la economía no está fuerte, la salud menos, sólo hay que contabilizar las más de 600 mil muertes por Covid y la deplorable atención del sistema público. La reducción de la pobreza, también está descartada al sumar 10 millones de personas a la estadística; la seguridad mejor no la nombre señor Presidente, su gestión ha acumulado 140% más muertes que la administración de Felipe Calderón y finalmente, como ya vimos, su supuesto combate a la corrupción tampoco es un tema de orgullo.
Entonces, ¿de qué hablará el Presidente?, ¿de la conquista?, ¿de los Niños Héroes?
Por cierto, ya le habrán avisado que en la ONU no validará sus “otros datos”.
@CarlosPavonC