Afuera las podadoras y el ganado, bienvenidos los animales salvajes, los hongos y los pantanos: el excéntrico y comprometido Randal Plunkett, 21 barón de Dunsany, apostó por dejar que la naturaleza retome sus derechos sobre el dominio de su castillo irlandés.
A 25 kilómetros al norte de Dublín, el castillo de Dunsany cambió totalmente de aspecto bajo el mando de Randal Plunkett, heredero de la dinastía que ha reinado en el sitio desde hace 900 años.
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A lo lejos, un ciervo rojo aparece por un instante entre los árboles de un verde impresionante, luego desaparece entre las 300 hectáreas de dominio ancestral, ahora en manos de la naturaleza.
Tenía “una suerte de deuda con el ambiente”, declaró el aristócrata de 38 años, sentado sobre un tronco en descomposición sobre el que crecen hongos.
“Yo soy el guardián del dominio para esta generación y el dominio no es solamente el castillo, es también el medio ambiente”, afirmó el barón, vestido con la camiseta de una banda estadounidense de death metal y chaleco de cuero falso, un contraste con la imagen de sus ancestros en las pinturas del castillo.
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Hace ocho años, este metalero vegetariano de cabellos largos lanzó el proyecto radical de dejar su vasto dominio a la naturaleza. El ganado fue evacuado y las podadoras abandonadas. Plunkett dejó que la naturaleza siguiera su curso.
Y los resultados se han hecho sentir. Las martas de pino, una especie rara, han vuelto a aparecer en el dominio, donde prosperan también la nutria y el ciervo.
Águilas, halcones, gavilanes, cernícalos y agachadizas: el cielo ahora está lleno de aves. Incluso apareció un pájaro carpintero, el primer observado en la región desde hace un siglo, según Plunkett.
Del otro lado de la almena, el pasto se transformó en una gran ciénaga, colmada con 23 especies de hierbas y numerosos insectos.
“A medida que observo, he comenzado a entender lo que hacía la tierra”, explicó después de atravesar a pie un sotobosque sinuoso.
Según el Programa de Naciones Unidas Para el Medio Ambiente (PNUMA), habría que volver salvaje el equivalente al territorio de China a lo largo de la próxima década para contener la degradación de las tierras y mantener el aumento de las temperaturas por debajo de 2º C.
La semana pasada, cientos de militantes ambientalistas se manifestaron frente al palacio de Buckingham para entregarle a la familia real británica una petición con 100 mil firmas para que deje que sus tierras retornen al estado silvestre.
Esperan que la reina Isabel II envíe un mensaje fuerte a la cumbre climática de la ONU, COP26, en Glasgow.
‘Pensaban que yo era un decadente’
La idea de no explotar al máximo una tierra agrícola no es fácil de explicar. Al inicio, los pobladores del sitio tomaron al barón Plunkett por “un imbécil”, recuerda él: “Pensaban que destruía tierras agrícolas en perfecto estado, que era un decadente”. Incluso se enfrentó a amenazas y a vandalismo. El barón considera su dominio como un oasis donde se prohíbe la caza del ciervo, y patrulla al amanecer para mantener alejados a los cazadores furtivos. “Se volvió una guerra, y nosotros la ganamos lentamente”.
LEG