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Foto: Laboratorio de Datos contra la Obesidad (LabDO Laboratorio especializado en temas y enfermedades perjudiciales en la salud y especializado en mujeres.  

La malnutrición en todas sus formas sigue constituyendo un desafío a nivel mundial y la prevalencia de la inseguridad alimentaria es más elevada entre las mujeres que entre los hombres, lo que significa que, en mayor proporción, ellas no tienen un acceso regular a alimentos inocuos, nutritivos y suficientes. Y aun cuando no necesariamente padecen hambre, se encuentran en alto riesgo de tener varias formas de malnutrición y mala salud. 

De acuerdo a información consultada por el Laboratorio de Datos contra la Obesidad (LabDO), la anemia en las mujeres y la obesidad en adultos también están aumentando en el mundo: una de cada tres mujeres en edad reproductiva padece anemia y, por otra parte, más de uno de cada ocho adultos son obesos.

La desigualdad de género es un factor relevante para padecer hambre y pobreza, ya que se estima que el 60 por ciento de las personas que sufren de hambre crónica son mujeres y niñas. 

Por otra parte, en México, la Encuesta Nacional de Salud y Nutrición 2020 sobre Covid-19 (Ensanut) indica que el 44.6% de las mujeres de 12 a 19 años padecen sobrepeso y obesidad, frente al 43.1% de los hombres. De igual manera, en la población mayor de 20 años, el 25.3% de las mujeres adultas tienen obesidad, frente al 22.3% de los hombres. 

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Asimismo, la Ensanut refiere que el 17% de las mujeres de 20 años o más presentaron diagnóstico médico previo de hipertensión arterial, frente al 12.4% de los hombres de esa misma edad, en tanto que la prevalencia de diabetes total en la población femenina de ese grupo de edad fue del 15.8%, frente al 15.6% de la masculina.

Más aún, a nivel mundial, las mujeres suelen ser quienes asumen la responsabilidad primordial en materia de seguridad alimentaria y nutrición en los hogares. Sin embargo, mujeres y niñas siguen sufriendo discriminación en el acceso a los alimentos y el control sobre los mismos —desde la fase de la producción hasta la del consumo—, a mejores medios de subsistencia, a la educación y a la atención de salud. 

A medida que se incrementa la inseguridad alimentaria en todo el orbe, las mujeres y las niñas son quienes corren un mayor riesgo de padecer hambre y malnutrición, y a menudo son las últimas en comer en sus hogares, de acuerdo a una reciente publicación del Global Nutrition Report. Estos factores contribuyen a que las mujeres tengan 9.3% más de probabilidades de tener bajo peso y un 36% de ser más obesas que los hombres. 

Se señala, de igual manera, que los efectos positivos del acceso a una buena nutrición, especialmente en los primeros 1.000 días de vida, rinden dividendos tanto a las personas como a la sociedad. Si bien la igualdad de género y el empoderamiento de las mujeres están asociados con una mejor nutrición infantil, la nutrición de la primera infancia también contribuye a una generación de mujeres fuertes y saludables.

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También, este análisis destaca tres formas en que la nutrición igualitaria en materia de género beneficia a una sociedad: 1) Mejores resultados de salud (una buena nutrición puede proteger a las niñas incluso antes de que nazcan); 2) mayor logro en educación (el acceso a una buena nutrición permite que el cerebro de las niñas se desarrolle por completo e influye en su desempeño escolar), y 3) mayor participación económica (la desnutrición tiene un importante impacto en las perspectivas laborales de la mujer).

La anemia en las mujeres de 15 a 49 años de edad constituye ahora un indicador de los Objetivos de Desarrollo Sostenible. A escala mundial, el 29.9% de las mujeres de este grupo de edad padecía anemia en 2019. Sin embargo, los datos muestran diferencias regionales importantes, ya que más del 30% de las mujeres de África y Asia tenían esta afección, frente a solo el 14.6% de las de América septentrional y Europa. 

El empoderamiento de las mujeres se traduce, en algunos países, en el acceso a una mejor calidad de dieta nutricional y alimentaria.

 

SLF