Hay cuentos en los que una alfombra voladora y amor verdadero bastan para que el matrimonio entre un plebeyo y una princesa se concrete… en Japón no es suficiente.
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Mako Komuro -antes princesa Mako de Akishino-, se casó la víspera con su pareja de la universidad, Kei Komuro. A los 30 años, ella perdió su título por casarse con un plebeyo, como lo dicta la tradición real japonesa.
La pareja se convirtió en blanco de la prensa tras el anuncio de su compromiso, en 2017, pues el origen del novio y las dificultades financieras de su familia no ayudaban a la discreción que usualmente requiere un compromiso palaciego.
En un intento por huir de los insistentes paparazzi, Komuro marchó a Nueva York para estudiar derecho, lo que mantuvo a la pareja alejada durante varios años. En ese tiempo, muchos apostaban a que el frío de la distancia congelaría la unión. Pero el mes pasado volvió a su país para formalizar el matrimonio.
Como parte de las tradiciones de la casa imperial, las mujeres que dejan la familia -y el apellido- al casarse, tienen derecho a un regalo de 1.35 millones de dólares, presente que la pareja decidió no aceptar, pues la pareja cuenta con estudios suficientes para sostener su porvenir. Los recién casados tiene planes de mudarse a Estados Unidos, siguiendo las nuevas tendencias entre los miembros de familias reales que dimiten a sus títulos.
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Este no es el único caso en que el amor real tiene un final inesperado. El mundo vio al príncipe Harry, duque de Sussex, y a su esposa Meghan, dejar atrás las mieles de la herencia de Isabel II, Lady Di y la Casa Windsor… para vivir en California.
Otro drama fue el vivido por la princesa Latifa, hija del emir de Dubái, secuestrada en “jaula de oro” por su propio padre a principios de año, luego de intentar escapar en un yate, donde fue capturada por personal del reino.
LEG