Estás encerrado allí dentro con un maníaco

Michael A. Singer

Sigamos conociendo al enemigo íntimo, ese maníaco que neuróticamente nos está dando todo el tiempo información sin que se la pidamos, la mayoría distorsionada y mucha más, inútil: la mente.

Siempre está hablando, narrando la vida, porque es la manera que tiene el ser humano de trasladar el exterior al interior. El problema es que lo que nos dice es un cuento, no la verdad.

El mundo en que creemos existir no es más que una interpretación personal; quizá, como asegura la física cuántica, un holograma, una creación que parte de todo lo aprendido en diversos contextos, el más amplio de ellos “una raza avanzada de monos en un planeta menor de una estrella muy normal”, como diría Stephen Hawking; uno medio: una cultura y una época específicas, en uno de los 195 países que hay en este planeta, distribuidos en 6 o 7 continentes, según el modelo por el que optemos; la más estrecha: familia, entorno inmediato y experiencia personal.

La mente, pues, está totalmente condicionada, lo cual es normal y necesario. No existe otra manera de experimentar la vida que no sea dentro de las fronteras de lo conocido, que es lo único que podemos articular.

Claro que nos aventuraremos a lo ignoto, pero haremos ciencia y filosofía o simples conjeturas, para entrever lo que hay ahí, después armaremos una teoría, y será entonces cuando demos el paso.

Si nos encontramos con algo diferente, lo haremos encajar por la fuerza en la idea que nos habíamos hecho, y así es como Colón llegó a “Las Indias”. De esta manera, solo somos capaces de existir en nuestra creación mental.

La mente está llena de voces contradictorias, temores, personajes con los que nos identificamos según la ocasión, proyectos, discusiones con gente ausente, una gran cantidad de cháchara inútil y algo muy peligroso que, si no sabemos manejar, nos arruinará la vida: expectativas producto de deseos irracionales.

La expectativa es una espera a cuyo cumplimiento condicionamos el bienestar emocional, por tanto, ponemos la vida “en suspenso”. En muchos casos, parte del deseo de que algo que no puede ser, sea; de manera que, al momento de la inevitable frustración, el maníaco que todos llevamos dentro nos arruina el disfrute de lo que sí tenemos.

Sí no verbalizamos el malestar y tratamos de resolverlo solo mentalmente, el conflicto interior será una tortura emocional, específicamente porque nos identificamos con las voces internas, les damos la razón, creemos que son nosotros.

De ahí que las personas que hablan poco no siempre posean esas inteligencias enigmáticas que queremos ver en ellas. A veces, solo están atentas a su torturante parloteo interior, mayor mientras más callan, pues verbalizar es la forma de reducir la presión de la “olla” mental en ebullición.

Mientras más deseos irracionales tenemos, más activa y acelerada se vuelve la mente. Como no los cumpliremos, más negativas se volverán las voces y, por tanto, más desdichada nuestra vida, que no es otra que la que estamos imaginando que es, en ese momento.

La buena noticia es que ninguna de esas voces es nosotros, ni es la realidad, ni la verdad. Solo son un mecanismo para experimentar personalmente la vida. Comprender que la mente siempre ve un problema en todo lo que no se ajuste a su expectativa y a su deseo irracional, es el primer paso para liberarnos del sufrimiento.

Puede ser que desear una casa cuando no se tienen los recursos económicos para adquirirla o mantenerla, no sea tan irracional, tomando en cuenta que podemos encontrar justo lo que nos falta para cumplir nuestro deseo. Podríamos considerarlo uno de esos grandes sueños que, con perseverancia y las acciones adecuadas, podemos alcanzar.

Pero querer que nos ame alguien que no quiere o no puede, no es racional.

Desafortunadamente, estamos llenos de deseos como ese.

@F_DeLasFuentea

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