La primera trampa del falso debate que enderezó el presidente Andrés Manuel López Obrador en contra de la Universidad Nacional Autónoma de México es poner a nivel de delincuentes a los que piensen diferente a él.

No es un crimen, es de hecho un pensamiento extendido en el mundo y avalado con resultados, creer que la economía de mercado es el modelo más conveniente donde el Estado juega un papel de rector y garante de las libertades y la democracia.

No son delincuentes los que se oponen a un Estado que sólo albergue a un Gobierno controlador de los otros poderes y que se crea con la facultad hasta de dictar el comportamiento moral de sus ciudadanos.

Y si el problema del presidente López Obrador con la UNAM es por la falta de denuncias de los “crímenes del neoliberalismo”, sin duda que la falla es de su Gobierno y de su fiscalía. Porque si bien les sobran los altoparlantes de la supuesta corrupción, lo que no tienen son responsables en la cárcel.

La 4T ha decidido violar la autonomía de la Universidad Nacional y lo hace con esta presión desde el máximo poder político del país para tratar de imponer su ideología como sustituto de la libertad de cátedra que prevalece en la máxima casa de estudios.

Es capaz de ofender a toda una comunidad estudiantil y docente, de la universidad más prestigiosa del país y una de las mejores de América Latina, por ese interés de los regímenes del corte de la 4T de apoderarse de la educación pública para formar cuadros que sirvan a sus intereses.

Y los métodos son los de siempre; de la propaganda clásica desde los regímenes de los años treinta del siglo pasado:

La simplificación al decir que en la UNAM son ideólogos del neoliberalismo, el contagio cuando agrupa a todas las instituciones de educación superior públicas en esa supuesta derechización, la trasposición cuando el argumento de un egresado de la UNAM es que esa descomposición es solo en los tiempos recientes.

Hay un uso de la exageración en sus argumentos y la vulgarización para que toda su base entienda lo podrida que ve a la UNAM. Hay una orquestación, porque sus ataques son replicados por sus cajas de resonancia más obedientes.

La renovación de su ataque ha sido diario y cita a figuras como Pablo González Casanova o Manuel Pérez Rocha como su fuente de verosimilitud y transfusión para sus argumentos.

La silenciación, principio básico de la propaganda, viene con la descalificación de los que defienden a la UNAM y ya lo hizo por ejemplo con Santiago Creel y Gabriel Quadri. Pero ya amenazó al propio rector Enrique Graue con aquello de revisar su salario.

Y al final, lo que busca es conseguir la unanimidad entre su clientela política. Dar por sentado que un pensamiento liberal es negativo a la doctrina de la transformación y que la UNAM, como está, no sirve a su proyecto.

En algo no le van a ganar a esta administración y eso es en el manejo propagandístico de una administración que no soporta el más mínimo análisis objetivo de resultados, pero que se mantiene como un referente para millones de feligreses.

@campossuarez