Tras esperar todo el mes, se acercan los días en donde rendimos culto a lo siniestro. Muchos se disfrazan para divertirse, mientras otros para rendir homenaje a sus miedos mediante espeluznantes criaturas. Y aunque éstas nos quiten el sueño unos días, hay otros fenómenos que se meten en lo más profundo de nuestro subconsciente, porque nos cuestionan la realidad, o qué estamos haciendo con nuestra existencia.
Dos grandes ejemplos de estos temores están en la televisión, como en The Twilight Zone, un programa con mucha imaginación en donde se le pregunta al espectador qué pasaría si sus deseos se hicieran realidad. Las respuestas desembocan en episodios cuya tarea es develar el terror de no saber quiénes somos, malgastar el tiempo, enamorarnos de un ideal, entre muchos otros.
El segundo ejemplo es más reciente, Black Mirror. Cada capítulo nos cuestiona la relación con la tecnología, y cómo sus avances desmenuzan conceptos como la vida después de la muerte, el poder de los recuerdos, el vivir fantasías desde un espectro virtual…mas en general las conclusiones suelen darnos una explicación lúgubre acerca del comportamiento humano.

Estos dos programas son un reflejo de aquellas cosas que, como seres filosóficos, nos carcomen hasta el cansancio. Porque el ser humano tiene temores profundos: el jamás encontrar el amor, el morir muy pronto, o el olvidar todo lo vivido.
Esto se mezcla con los miedos de nuestra época.

A raíz de la tecnología, los mensajes llegan a la velocidad de la luz. Esto desemboca en la impaciencia, generalmente resumida en nuestra relación con el tiempo: no encontrar relaciones duraderas, estar atados a un trabajo por demasiado tiempo sin obtener nuestros anhelos, o sentir vacío cuando por fin logramos nuestros objetivos pero sin haber disfrutado lo suficiente del camino.

Con relojes en todas nuestras pantallas, es lógico estar tan obsesionados con el pasar de las horas, y tener mucha ansiedad por sus efectos secundarios. Somos la generación capaz de generar nuevos empleos o incluso emprender a través de una laptop, pero al mismo tiempo estar aferrados a la productividad y no valorar nada como consecuencia nos pone la piel de gallina.
El más efectivo antídoto en contra de estos cuestionamientos es la confrontación, y saber cómo hacerlo sin perder la cabeza. El miedo existe para protegernos, pero si nos domina, nunca podremos ser felices.
Entonces, dejemos a un lado a los monstruos de la Noche de Brujas y concentrémonos mejor en aquellos intangibles, porque vencerlos será la clave para resolver el acertijo de vivir. No se trata de perder el terror, si no de convertirnos en su amigo: entenderlo, pero saber cuándo está exagerando.

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