Foto: AFP En Japón se limpian las casas y se visitan los cementerios, los muertos visitan a los vivos; en China se quema papel moneda para que a los difuntos no les falte nada en el otro mundo; en Haití los espíritus poseen a sus seres queridos.  

Desde las danzas y rituales vudú en los cementerios de Puerto Príncipe, Haití, hasta la convivencia solemne del Qingming, en China, las condiciones geográficas y teístas particulares de la región a la que uno pertenece determinan la forma en la que, al morir, será la despedida.

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En Japón, ser consciente de la historia familiar a través de sus ancestros es parte importante de la cultura. De eso se trata el Obon, “la fiesta de los muertos”, que se celebra en agosto. Se trata de tres días destinados a volver al hogar familiar para reunirse en los cementerios. Las casas se limpian a profundidad para recibir la visita de los espíritus, se colocan altares con comida, flores, incienso y adornos con frutas y hortalizas. Al final se alumbra el camino de vuelta de los ancestros iluminando los cuerpos de agua con linternas flotantes.

En China existe el Qingming, una festividad solemne en el marco de la llegada de la primavera y el inicio de la preparación de la tierra para la agricultura. Alcohol, pan al vapor elaborado con hierbas endémicas y la quema de papel moneda se ofrece a los muertos el día de la limpieza de tumbas para que no les falte nada en el mundo al que ahora pertenecen.

En Haití, país azotado por una profunda crisis humanitaria que engloba pobreza y delincuencia, la tradición pudiera ser más compleja a los ojos de países donde predomina el catolicismo. De raíces vudú, cada 1 de noviembre, los cementerios de Puerto Príncipe se llenan de la multitud que acude a honrar a sus muertos. El ambiente se vuelve morado, blanco y negro con la vestimenta de los asistentes, se llena de baile, cantos y clerén, una bebida alcohólica casera destinada para derramarse y untarse en el cuerpo de las mujeres que, mediante la mezcla de todas estas experiencias entran en trance y se dejan poseer por los espíritus de los muertos.

En medio de todo está el “papa vudú”, que reza vestido de blanco ante la base de una gran ofrenda con más bebida, alimentos y velas.

Del latín mors, la muerte es la inminente certeza que a todos nos viene con nacer, pero más allá de su significado en el diccionario y la empatía colectiva de saber que todos hemos perdido a alguien, la muerte es un concepto que se configura y se transforma a partir de cómo una cultura trata de darle sentido.

 

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