Por Alberto Lati
Entre las numerosas ciudades del mundo con importantes infraestructuras deportivas, me intriga especialmente el caso de Atlanta. A su equipo de beisbol, los célebres Braves, los estadios suelen durar en promedio 25 años.
En 1966 estrenó el Parque del Condado de Fulton de donde se mudó en 1997 al recinto vecino, el Turner Field, que poco antes había sido estadio Estadio Olímpico en los Juegos de verano de 1996. En 2017 dejó esa sede para instalarse en el Truist Park, 16 kilómetros al norte, en el suburbio de Cumberland, Georgia.
Es decir, tres estadios en un lapso de 51 años. Por un lado, la historia se honra nostálgicamente en donde fue el viejo Fulton County, con sus otrora bases marcadas en el estacionamiento que hoy ocupa ese espacio (incluso, al fondo puede verse la porción de cerca sobre la que voló el cuadrangular 715 con el que Hank Aaron quitaba a Babe Ruth la marca histórica de homeruns). Por otro, el Truist Park explica hacia dónde se dirige este negocio, con el graderío y el diamante sólo como un componente de la experiencia total.
Construido donde abundaba espacio, aunque espléndidamente conectado con el centro de Atlanta, el Truist está rodeado por establecimientos de todo tipo: restaurantes, bares, hoteles, tiendas, pasajes idóneos para colocar pantallas y aglutinar multitudes Durante la Serie Mundial, decenas de miles de aficionados se congregaron a diario ahí para seguir los partidos, al tiempo que los comercios entraron en ebullición. Una derrama económica y una poderosa experiencia que lleva esto a un nivel muy superior: no sólo incitar al gasto y al involucrarse con la marca deportiva a los afortunados que pagan un boleto para acceder a la tribuna, sino a muchísimos más.
Algo así pretende el Real Madrid con la renovación del Santiago Bernabéu. Algo así se busca con el nuevo proyecto del Estadio Azteca. Algo así intentarán todos los equipos que puedan permitírselo.
Por entender el orden: los merengues dejaron de gastar en fichajes las cifras a las que estaban habituados, priorizando el dinero para un nuevo Bernabéu, lo que a su vez incrementará a inmediato plazo los ingresos. Opuesto a ese modelo, el Barcelona pensó que derrochando en fichajes costosos se podría permitir después la transformación de su Camp Nou. Más allá de que sus fichajes fueron del todo ruinosos, así no funciona el esquema, el orden de los factores sí altera el producto: ahora no hay dinero para modernizar el Camp Nou, sin lo que tampoco el negocio se hará más grueso.
Los equipos tienen que hallar nuevas y mejores formas de ser rentables. La palabra experiencia se ubica en el corazón del debate. ¿Qué obtiene quien acude a tus instalaciones? ¿Qué le das? ¿Qué tan memorable es?
Los Atlanta Braves, con la verbena millonaria junto a su parque, son el camino. ¿Por qué limitarse a vender cerveza y comida, gorras y uniformes, memorabilia y banderines, a los 43 mil que acceden a tu estadio, si puedes hacerlo con otros cien mil en el exterior?
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