El ser humano necesita de conexión con el otro. Gran prueba de ello son los efectos psicológicos colaterales de esta época, donde la mayoría ha tenido, por lo menos en algún momento, una crisis mental provocada por la pandemia.
Sin embargo, encontramos formas de estar conectados pese a los obstáculos. Zoom, la plataforma especializada en videollamadas, se convirtió en un éxito rotundo de la noche a la mañana. A la par, surgieron fenómenos como Houseparty —un lugar donde participas en juegos electrónicos con amigos— o Netflix Party —un sitio que permite compartir una serie en vivo con quien más confianza le tengas—, incentivando una necesidad intrínseca: estar unidos.

Aunque rindieron frutos, las modalidades no fueron suficientes para reemplazar la calidez, fuerza y peculiaridad de las interacciones en carne y hueso. Así que las personas decidieron llevar la experiencia virtual a otro nivel: los videojuegos. Particularmente Fortnite gozó de un séquito fiel de usuarios. No solo por su modalidad tradicional de juego cooperativo —en donde se elimina a los contrincantes en distintos tipos de pistas— sino porque supo cómo expandirse para acatar la demanda del público, a través de fiestas virtuales y conciertos con artistas como Ariana Grande y Travis Scott.
Pese a su innovación, estas modalidades tampoco fueron suficientes para reemplazar la conexión humana por completo, pero sí han sido una forma efectiva para crear vínculos.
Mark Zuckerberg, fundador de Facebook, planea llevar la experiencia virtual un paso más allá con el Metaverso, un concepto en donde prevalecen las ganas de formar una experiencia social única para generar mayor conexión social, cada quien desde su hogar. La ambiciosa propuesta tiene como símil Ready Player One, una novela en donde se detalla un universo alterno completamente digital en el que los usuarios realmente se meten en la piel de sus personajes.

Más allá de llevar la realidad virtual a la masa, ¿qué significará este nuevo paso en la era cibernética, si su misión es exitosa?
Quizá el también propietario de WhatsApp e Instagram está viendo más a futuro. Una era donde el encierro, así como el surgimiento de peligrosas pandemias, sea cosa del día a día. O tal vez uno en donde la oferta de entretenimiento digital sea tan ambiciosa que el mundo real solo sea motivo de aburrimiento.
Si algo nos ha demostrado Mark es que tiene colmillo para los negocios. Por tanto, su inversión en esta propuesta debe estar en nuestro radar.
El problema radica en el duelo constante contra la tecnología: la amamos y la odiamos. La palabra desconexión está cada vez más inmersa en nuestro vocabulario. El no poder salir por meses nos hizo valorar, como nunca, el respirar aire fresco y poder estar físicamente presente en la vida, al lado de nuestros seres queridos.
¿Será que nos olvidaremos de esta maravilla por la presencia de un diamante? ¿O sabremos, dentro de lo posible, barajar estas dualidades como hasta ahora? Todo depende de qué tan tentadora sea la nueva propuesta de Zuckerberg.

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