No, no hay ningún error. La decisión consciente de la secretaria de Turismo del Gobierno de Claudia Sheinbaum, Paola Félix Díaz, de aceptar un vuelo privado internacional, en compañía de personajes que inevitablemente la vinculan a un conflicto de intereses y, además, involucrada en un posible caso de lavado de dinero no es más que una muestra de que ese manto de pureza y honestidad es un simple discurso.
Félix Díaz habrá decidido libremente viajar tan cómoda a Guatemala, pero la jefa de Gobierno debería saber que una funcionaria de su primer círculo volaba en privado con esos acompañantes. Por lo que este episodio abre la polémica del lugar que debe ocupar ahora Sheinbaum, o la silla del Gobierno capitalino o las giras proselitistas de una sucesión presidencial obscenamente adelantada.
La omisión de la jefa de Gobierno es una cosa, pero la justificación es algo diferente. No fue un error, como dijo Sheinbaum, que su exsecretaria viajara en avión privado. No hay delito en esa forma de transportarse, pero se opone al discurso hueco de los principios de la austeridad republicana.
Lo que realmente está a discusión es la posible comisión de delitos como tráfico de influencias, nada más hay que ver la lista de los que viajaban junto a la exsecretaria de Turismo capitalina, y, mientras no diga lo contrario la autoridad guatemalteca, existe el posible delito de lavado de dinero. Esos no son errores.
Y en esta puesta en escena de las apariencias de austeridad, uno de los funcionarios más importantes del Gobierno de Andrés Manuel López Obrador quedó exhibido, lo que al final se traspasa íntegro en un golpe de imagen al Presidente, que ya lleva varios de estos incluso en su círculo familiar.
No hay delito, no hay ninguna falta, vamos, ni siquiera hay posibilidades de opulencia en el hecho de que la pareja conformada por Santiago Nieto y Carla Humphrey se casen en la bella ciudad de Antigua en Guatemala.
Sin embargo, la exfuncionaria capitalina jaló los reflectores hacia el funcionario de la Secretaría de Hacienda. Porque aun sin cometer ningún delito y con la posibilidad de justificar hasta el último quetzal (moneda de curso legal en Guatemala) que se haya gastado, remite irremediablemente a su jefe supremo que jura que su gobierno es diferente.
Y como bajo los parámetros de la propaganda de la 4T una boda bonita es una boda fifí, como la de César Yáñez y ahora la de Santiago Nieto, esto le pega en el único flotador que le queda a este Gobierno, que es el discurso contra la corrupción y la opulencia.
Por lo que a López Obrador no le quedó más remedio que regañar al director de la Unidad de Inteligencia Financiera por el “asunto escandaloso” de la boda que pagó, quizá, con sus ahorros.
Pero la carga mayor del doble discurso se lo lleva la corcholata favorita del Presidente, quien aún con una inocencia total en este asunto, tiene que cargar con la realidad de no estar al tanto de lo que hacen en su primer círculo con temas tan básicos como aparentar una austeridad franciscana, como marcan los manuales de la 4T.
@campossuarez