A raíz de la pandemia, surgió un esquema de trabajo inédito para la mayoría de las empresas: el home office. Debido a la crisis sanitaria, esta forma de empleo se convirtió en norma para muchísimas corporaciones del sector privado.


Más de año y medio después, todos se acoplaron a este nuevo sistema, primero alocados, pero luego aprovechando las ventajas que la modalidad proporciona: menos tiempo para trasladarse, reemplazar la garnacha con la manzana y oportunidades para tomar pausas, hacer trámites sin la necesidad de pedir permiso o incluso echar la pestaña un ratito después de comer. Incluso hubo quienes tomaron ventaja de las circunstancias, viajando para hacer de cualquier lugar del mundo su oficina remota. Se experimenta, en suma, menos presión, porque no se siente el control de otra persona completamente.


En los últimos meses, se ha escuchado mucho sobre el retorno a los espacios físicos, por la aparente calma o control del Covid. Sin embargo, muchos están en desacuerdo con volver a la oficina.
Porque regresar las cosas a como antes implica muchos gastos innecesarios, además de sentirse vigilados por un superior todo el tiempo. Hay quienes se concentran mucho más en casa, e incluso se consideran más productivos ahí, porque convivir con el de al lado solo pospone la talacha.

Del lado contrario, están quienes anhelan dichos momentos de despeje, y a veces hasta ayuda a resolver malentendidos o ser más eficientes. En muchas industrias, particularmente en las creativas, el contacto humano es esencial para incrementar la efectividad: cosas que se tardan una hora en resolver por computadora acá se arreglan en 15 minutos.


Para tener un poco de los dos mundos se propone un esquema híbrido, en donde se vaya a la oficina un par de días y otros se trabaje en casa. Parece como la solución ideal, ¿no?
La verdad no tanto. Pues si bien hay quienes viven cerca de su lugar de trabajo, otros aprovecharon el alivio de no hacer grandes traslados, y también existen aquellos que consiguieron la oportunidad laboral solo por el hecho de ser completamente remota. ¿Qué pasará con dichos empleados? Esto claramente sin considerar a los trabajadores viajeros, quienes ya no tendrían la posibilidad de explorar el mundo por acudir a sus días presenciales. Además, volver al trabajo en estas épocas es completamente distinto al 2019, porque puede haber muchas medidas sanitarias que nos agobien, como el uso del cubrebocas todo el día, o la paranoia de interactuar con otras personas.


Y no queremos pintar un escenario en donde lxs jefxs se confíen de los días presenciales para dejar más pendientes o pedir más chamba. Porque una cosa es estar atoradx en casa, y otra bastante más repugnante es estarlo en la oficina.
En conclusión, mientras se tomen en cuenta las conductas nocivas de épocas anteriores, las empresas podrán llegar a un consenso junto con sus empleados para lograr sus cometidos. De lo contrario, quienes tienen el lujo de poder buscar su trabajo ideal harán hasta lo imposible para lograrlo, porque ya descubrieron que, en efecto, se puede tener juntas con vista al mar y ya no es solo cosa de las películas.

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