En el penúltimo día del Buen Fin, pocas personas transitan por el Zócalo y entran al Festival de las Culturas Indígenas a degustar los platillos de las diferentes comunidades.
Sin embargo, este ambiente de aparente tranquilidad cambia de manera abrupta al entrar a las calles del Centro Histórico, las cuales lucen repletas de gente que visita los locales de ropa y comida.
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Afuera de los comercios se observan largas filas de personas que aguardan para probarse unos tenis y llevarse otros gratis, o simplemente comprar pan a mitad de precio para disfrutar en familia.
La multitud se pasea buscando la tienda precisa, la marca que más se ajuste a su presupuesto; detiene su trote frente a las tiendas que ofrecen 30% de descuento.
Los transeúntes aprovechan las últimas promociones y entran a los comercios con la esperanza de que aún esté aquel producto que les encantó cuando iban de pasada.
El día no termina para quien desea estrenar. Una pareja de amigos se dirige a la banca más cercana para sentarse y estrenar un par de tenis.
Algunos restaurantes también tienen sus últimas horas de descuento y las familias no lo piensan dos veces para hacer una parada y después continuar con las compras. Mientras les traen sus platillos, observan contentos la ropa que acaban de adquirir a un precio muy bajo.
A los niños también les sonríe la fortuna, pues las jugueterías lucen repletas. En la fila hay una madre que le dice a su hija que puede tomar otro juguete, y ella, sin pensarlo, va corriendo por otra muñeca.
La gente sonríe y disfruta su día libre. Reposan frente al Palacio de Bellas Artes para jugar con sus hijos o abrir algún paquete de audífonos recién comprado.
En tanto, los jóvenes se pasean con sus patinetas deseando que el día no termine.
LEG