Dicen que las segundas partes nunca son buenas y aplica a Las Mañaneras; 21 años después de que surgieron, tenemos un mal refrito de aquél ejercicio informativo encabezado en ambos casos por Andrés Manuel López Obrador.

Cuando inició la presente administración, López Obrador indicó que retomaría de sus tiempos de jefe de Gobierno las conferencias mañaneras, en aquél entonces eran a las 6:00 de la mañana y también diarias, a los dos días de tomar protesta como mandatario, volvió a implementarlas. A dos décadas de distancia entre ambas ediciones se pueden observar diferencias abismales, no solo por el uso de la tecnología, sino en el modo, fondo y forma.

Las mañaneras surgieron como un ejercicio informativo para enterrar la práctica de los años 70, cuando los mandatarios no daban declaraciones y mucho menos platicaban con la prensa; este mal hábito empezó a cambiar en 1988 en el sexenio de Carlos Salinas de Gortari, cuando en sus giras permitía algunas preguntas y, finalmente, con el tiempo las conferencias se volvieron un ejercicio cotidiano, sólo que en nuestros días, el objetivo se desvirtuó por completo.

Hoy tenemos una Mañanera que está totalmente acaparada por el Presidente, los secretarios de Estado no pueden dar declaraciones si no son dentro de este marco y es el mandatario quien decide quién acudirá a responder y quién no. Antes de la cuarta transformación (4T), las secretarías hacían conferencias regularmente y se permitían las entrevistas de pasillo, hoy esas alternativas no existen, nadie habla, nadie responde más que en ocasiones extraordinarias.

Las Mañaneras dejaron de lado el carácter informativo y se ha convertido en un tipo de talk show, los temas de importancia para el país son desplazados por gestiones personales, por alabanzas al Presidente e incluso por preguntas a modo que se cuelan curiosamente por algunos reporteros y en ese punto me centraré.

Estos encuentros son tan vulnerables que han dejado la puerta abierta a la corrupción, las conferencias son tomadas por emisarios pagados por politiquillos que intentan limpiar su imagen, forzar al Presidente a dar una respuesta inexacta o confundir ante la falta de información por parte del propio Gobierno.

Este ha sido el caso del sector minero, son muchas las veces que enviados de Napoleón Gómez Urrutia, Napillo, han intentado no sólo hacer una pregunta, sino realizar aseveraciones falsas y fuera de contexto, tal como pasó con la mina de Cosalá donde le aseguraron al Presidente que la empresa no quería negociar, cuando era el sindicato de Napito quien no permitía los acercamientos, y posteriormente afirmaron que la mina ya estaba abierta y en operación cuando era mentira.

También, cuando otro de tantos enviados de Napillo presionó y sugirió al Presidente investigar a la secretaria del Trabajo, Luisa María Alcalde, y a la Junta Federal de Conciliación por intervenir en los sindicatos, esto casualmente cuando la autoridad laboral emitió el fallo que le obliga pagar los 46 millones de dólares que le robó a los mineros.

Un caso más cuando aprovecharon La Mañanera para, sin documento y sin prueba alguna, tachar de corrupta y por malos manejos a la presidenta de la JFCA; el trasfondo es que ésta no ha cedido a todo lo que Napito quiere: contratos colectivos y recuentos a su favor.

No es un tema de percepción, Las Mañaneras, que contabilizan más de 720, han dejado de ser un método informativo para ser una estrategia propagandística de la 4T al servicio de todo aquél que pueda pagar sus emisarios y así intentar confundir y desvirtuar la realidad.

 

@CarlosPavonC